miércoles, 30 de diciembre de 2009

Los políticos en contra de la educación.

"Perdónalos, Señor, aunque sepan lo que hacen". Hoy, otro político español -¿español?-, el señor Feijóo, Presidente de la Comunidad Gallega, acaba de dar otro palo a los electores de turno. Prometió que los padres podrían elegir la lengua en que deseaban que educaran a sus hijos. En este caso, gallego o castellano. Gran número de gallegos le votaron por esta promesa. Ahora, se saca de la manga algo por lo que él cree que se va a salir por la tangente: la enseñanza será trilingüe, o sea, gallego, castellano e inglés. Decía el insigne ex-alcalde de Madrid, Tierno Galván, que "ya se sabe que las promesas electorales están para no cumplirlas", o algo por el estilo... Los tontos, bobalicones e inocentes somos los que una y otra vez caemos en la trampa de una campaña electoral. No voy a dar una valoración política, ya que puedo ser lo que se quiera menos político, pero sí dar un toque de atención sobre los continuos atentados a la educación de nuestros hijos.

Creo sinceramente que los políticos no saben -¿o sí?- las consecuencias de sus propuestas y leyes educativas. O no tienen ni idea, o sólo buscan su beneficio personal, el de su partido, o el de "su país". El caos mental que se produce en un alumno con esa diversidad de asignaturas e idiomas es inimaginable para un lego en la materia. Imagínense un día de trabajo cualquiera en un alumno en que en sus cinco horas lectivas ha tenido que oir sus clases en tres idiomas. Naturalmente han tenido que pasar tres profesores distintos o, posiblemente y en muchos casos, cinco, porque puede que un día también haya entrado en esa clase el de Música, el de Educación Física, o el de Religión o Educación para la ciudadanía. ¿Creen honradamente que un alumno de 6 a 11 años tiene capacidad de adaptación para soportar esta situación? ¿Saben ustedes que en el cambio de clase pueden pasar de 10 a 15 minutos entre que sale un profesor y entra el siguiente, y se pone "orden en la sala"?

Tal vez sea un iluso, un ingenuo o que vivo en Babia, pero el problema tiene fácil solución. Bastaría conque hubiera colegios para estudiar en un sólo idioma, con las asignaturas preceptivas, incluyendo un idioma extranjero y otro nacional. O sea, podían existir estos tipos:- Solamente en castellano, pero con la asignatura -si la hubiera- del idioma autonómico correspondiente, y un segundo idioma extranjero.- Solamente en el idioma autonómico, más el castellano y el segundo idioma extranjero.- Existe otra tercera opción, pero ésta no habría que implantarla, pues ya existe, sin que el Estado se meta en su funcionamiento y que se trata de los "Liceo Francés", o los "Colegio Alemán", en los que la enseñanza se imparte única y exclusivamente en sus idiomas correspondientes, desde que el alumno traspasa sus puertas a la entrada, hasta que sale a la calle, una vez transcurrida la jornada escolar. Qué curioso, ningún político se rasga las vestiduras, con la particularidad de que son los preferidos para enviar a ellos a sus hijos.- Esta tercera opción podría incluir a colegios unilingües: sólo en castellano, sólo en gallego, o catalán, o vasco...

No hay ningún político "con narices" que se atreva a proponer un sistema de elección libre de colegio. Porque estamos en España y, aquí, tradicionalmente, somos más papistas que el Papa. Comparen nuestro sistema educactivo con el inglés, el alemán, el francés, el italiano...Así nos va y así se explica que en el ranking mundial, nuestros estudiantes estén en los últimos lugares.
Algo habrá que hacer si no queremos que nuestros hijos sean los zoquetes del planeta Tierra.

lunes, 22 de junio de 2009

EL PLAN BOLONIA


¿Qué sabemos de Bolonia?
El plan Bolonia, que reformará significativamente la Educación Superior de nuestro país, está al caer. Las universidades comienzan a hacer los primeros cambios para adaptarse al modelo europeo mientras se suceden las protestas de jóvenes estudiantes que ven en este plan un retroceso. Sin embargo ¿hay realmente motivos para oponerse o es todo su fruto del desconocimiento.
Por Conchita REQUERO
Recientemente, aparecía en los medios que varias universidades gallegas (la de Santiago, la de Vigo y la de La Coruña) se despiden de los exámenes de septiembre, demostrando así que comienzan a dar los primeros pasos para adaptarse al Plan Bolonia. De esta forma, los alumnos con alguna asignatura suspensa tendrán que examinarse en julio y contarán con un mes de vacaciones después de estos exámenes hasta que comiencen las clases en septiembre. Así pues, la cuenta atrás para implantar el Plan está en marcha y para 2010 tendrá que estar funcionando de forma definitiva en todas las universidades españolas. Pero parece que no todos saben en qué consiste el Plan Bolonia, ni qué cambios pretende acometer. Muestra de ello son las numerosas protestas que saltan a los medios a manos de los jóvenes universitarios. Para aclarar las muchas dudas que pueden surgir en torno a este tema, Paloma Puente, Coordinadora Técnica de la Universidad Internacional de la Rioja, nos cuenta con detalle en qué consiste el Plan.
Un plan para toda Europa En primer lugar, conviene saber qué es lo que pretende llevarse a cabo y qué motivó diseñarlo. Paloma Puente nos cuenta: “El Plan Bolonia (1999) es un acuerdo que firmaron los ministros de educación de 29 países europeos para conseguir un Espacio Europeo de Educación Superior común (EEES). Dicho plan quiere unificar todas las titulaciones europeas para facilitar de esta manera la movilidad de profesores y alumnos. La enseñanza se centrará en el aprendizaje del alumno, lo cual implicará un seguimiento más personalizado por parte de los profesores. Además, se promocionará el aprendizaje a lo largo de toda la vida (Longlife Learning) y hay una clara apuesta por mejorar la calidad de la enseñanza” Cabe preguntarse entonces por las ventajas que supondrá Bolonia para las Universidades de nuestro país. Parece ser que éstas serán muchas y ayudarán a impulsarlas: “Las universidades españolas están adaptando sus “carreras tradicionales” para ofrecer unas titulaciones más acordes con las exigencias del mercado global europeo. Todos los Grados incluyen prácticas en empresas, por lo que todos los alumnos tendrán la posibilidad de conocer el ámbito laboral antes de salir de la universidad. Por otra parte, los alumnos podrán estudiar en varias universidades europeas, lo cual les dará una visión diferente de su realidad que indudablemente les hará crecer como personas” afirma Puente.
En cuanto a desventajas, no hay ninguna en concreto, al menos de momento: “Habrá que esperar un tiempo para evaluar los resultados”. Más responsabilidad para alumnos y profesores
Pero a pesar de las grandes ventajas que supone el Plan Bolonia, parece que éste no agrada a todos los jóvenes universitarios. Verles protestar y manifestándose en contra se ha convertido en algo habitual y que con frecuencia aparece en los telediarios. ¿Por qué se dan estas protestas?
“Creo que de entrada los cambios siempre asustan. Bolonia supone más responsabilidad por parte de los alumnos (se han acabado las clases magistrales y el empollar los exámenes el último día) y también de los profesores, que tendrán que implicarse más en el proceso de aprendizaje. La metodología cambia radicalmente. El nuevo plan implica trabajar en grup, compartir conocimientos, evaluación continua.., sin olvidarnos de las nuevas tecnologías, que todos (profesores y estudiantes) tendrán que aprender a utilizar para su formación”
Algunas críticas ¿fundadas? Las críticas por parte de los jóvenes también surgen porque “las empresas van a entrar a formar parte de las universidades, de manera que cobran más protagonismo las primeras”. Permanece la idea de que las universidades quedan sometidas bajo el yugo del mercado. Pero, ¿hasta qué punto es esto cierto? “Creo que hay un gran desconocimiento en este sentido”, asegura Paloma Puente. “Es responsabilidad de las universidades y de sus respectivos departamentos el diseño de los nuevos planes de estudio. En las Titulaciones Oficiales las empresas facilitarán prácticas a los alumnos que lo deseen y en las Titulaciones Propias, seguirán participando como lo han hecho hasta ahora, mediante programas conjuntos que dotarán de profesionalidad a los ámbitos meramente académicos”. Es decir, que los universitarios no tienen por qué temer a la presencia de empresas que tienen programas conjuntos con la universidad en la que estudian, ya que éstas les dan la posibilidad de realizar prácticas si así lo desean y alimentar un currículum que necesita ir llenándose poco a poco.
Otra crítica que recibe el Plan Bolonia es por el tratamiento que se da a las carreras de Humanidades. La visión que hay sobre este tema es que dichas carreras quedarán suprimidas, pero nada más lejos de la realidad: “Como todo lo que se dice, se rumorea y se comenta, no es cierto que Bolonia acabe con las Humanidades. Las universidades seguirán ofreciendo los Grados de Humanidades, Lingüística, Traducción, Filosofía y todos aquellos que tengan una demanda real por parte de los alumnos. De hecho, cada vez son más las empresas que demandan perfiles humanistas para incorporar a sus equipos”.
Responsabilidad de las universidades
Mientras, la implantación del Plan Bolonia se está llevando a cabo poco a poco y culminará su proceso en 2010. Es oportuno aclarar que son las universidades las únicas responsables del diseño de los nuevosestudios. “Todas las universidades, sin excepción, (pública y privadas) tienen que pasar antes una evaluación exhaustiva de sus nuevas titulaciones. Esta evaluación la lleva a cabo la Agencia Nacional de la Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA)” comenta Puente. Por otra parte, la estructura de los estudios se divide en Grado (4 años), Máster (uno o dos años) y Doctorado. Las Universidades, lo mismo que hasta ahora, ofertarán estudios de postgrado y es decisión de cada uno realizarlo o no. En cuanto a los profesores, también tendrán qu adaptarse a grandes cambios. Ahora se les pide más implicación en el aprendizaje de los alumnos, más colaboración con ellos, así como procurar una innovación continua en sus métodos de enseñanza.
(Artículo publicado en “Hacer Familia, Junio de 2009, nº 184)

miércoles, 29 de abril de 2009

Palabras, palabrillas y palabrotas

Palabras, palabrillas y palabrotas(I)

Confieso que desde muy temprana edad he tenido acceso a los periódicos y los he leído. La casa de mi infancia era mitad bar, mitad vivienda familiar. Uno no sabía a veces dónde terminaba uno o empezaba el otro. De igual modo que el niño de la casa se mezclaba en los corrillos de los clientes, metiendo las narices en ocasiones en dónde no debía, como que alguno de éstos se introducían en la cocina para olisquear el guiso del día. Con frecuencia solían pedir: “Mercedes, –a mi madre- :dile a Pedro, –a mi padre- que me ponga una tapa de estas migas…¡¡que tienen una pinta!! No resultaba raro que yo olisqueara también en el ABC, Arriba, El Caso, Dígame, El Ruedo, etc, etc… creándome una culturilla adicional y un hábito que ya nunca abandoné: el de la lectura de la prensa.
Confieso que me gustaba el ABC, al que definían los mayores como monárquico, siempre sigilosamente,como si desvelaran un secreto inconfesable y exponiéndose a posibles represalias del Régimen. Yo no entendía mucho de los asuntos políticos, ni llegué a plantearme ningún problema. Me gustaba el formato, sus fotografías, las crónicas internacionales de aquellos famosos periodistas, que te informaban, te enseñaban y te hacían agradable la noticia. Las secciones de deporte y de toros constituían una delicia, sobre todo éstas últimas. ¡Quién de mi tiempo no recuerda a Don Antonio Díaz Cañabate!.
Más tarde me hice suscriptor, formando este periódico parte de mi bagaje cultural. Hoy, lo digo con pena, he dejado de comprarlo. Como dicen en mi pueblo: “Este no es mi Juan, que me lo han cambiao”
La tercera página de ABC constituía el mayor honor para un periodista, por el prestigio que representaba aparecer en ella. Sólo las mejores firmas se hacían acreedoras de publicar aquí. Todos los grandes escritores, filósofos, teólogos, políticos, etc, se disputaban este espacio. Pues bien, a lo que voy, que ya está bien de preámbulo… Uno de los agraciados,o más bien, de los que merecieron estar ahí, fue el profesor, escritor y académico de la Lengua – cuya Academia presidió durante largos años- Don Fernando Lázaro Carreter, personaje del que hemos aprendido varias generaciones de españoles. Sus “El dardo en la palabra”, que publicaba periódicamente en la Tercera de ABC, adquirieron tal fama e importancia, que han sido recogidos en sendos libros con el mismo título. Desde su publicación ocupan un lugar de honor en los estantes de mi biblioteca. Me voy a permitir, querido amigo, releérmelos e invitarte a que participes de mis reflexiones. Un abrazo.

miércoles, 15 de abril de 2009

LOS LISTILLOS

“EL LISTILLO”

En una clase suelen aparecer con asombrosa exactitud los mismos tipos de alumnos, año tras año, curso tras curso, generación tras generacion… ¿Quién no recuerda al “empollón” de la suya, al “bromista”, al “tonto”, al “matón”, al “despistado”, al “ligón”, etc, etc…? Seguro que te vienen a la memoria un montón de arquetipos más… Puede que hasta te acuerdes de su nombre, de un montón de anécdotas.
¿A qué viene, querido amigo, este preámbulo? Pues a que quiero hablarte de uno de esos tipos de alumnos: EL LISTILLO.
El listillo de la clase, de la promoción, del colegio, según fuera su ambición. Encuentro esta definición buceando en Internet:
“El listillo es un personaje que siempre ha gozado de buena aceptación en nuestro país. Es alguien que se aprovecha de la ingenuidad ajena, cuando no de la ambición, vagancia o inmoralidad de otros, para medrar, enriquecerse o hacer prosperar sus intereses. El listillo es nuestro pícaro, un personaje de sociedades pre-modernas en las que la injusticia era ley, y por eso su descaro era bien recibido, porque algunas veces algún noble, sacristán o hacendado era objeto de sus martingalas, aunque generalmente los que sufrían sus acciones eran sus iguales.”
¿Te suena que alguna de esas “cualidades” adornaran a un compañero tuyo? ¿No recuerdas al que nunca tenía la culpa de nada? ¿El que siempre se atribuía los éxitos? ¿El que echaba la culpa de todo lo malo a los demás? ¿Al más “pelota” de tu grupo, pero con una maestría que llegaba a engañar a los propios profesores, con su carita de bueno?... Si lo recuerdas bien, aquel niño no brillaba por sus notas, pero casi siempre aprobaba, dada su maestría para copiar, para que otros les hicieran los trabajos, para fabricarse las más sofisticadas “chuletas”. Un personaje capaz de pasar horas y horas estudiando… la manera de no estudiar, la forma de exprimir todo lo existente a su alrededor…
He querido llamar la atención a este fenómeno para que tomemos conciencia de la importancia de la educación. Como sea ésta, será la sociedad del futuro. Varias veces, a lo largo de mi existencia, me he llevado las manos a la cabeza al ver la noticia del nombramiento de un alto cargo. Será casualidad pero alguno de ellos era “el listillo” de mi grupo. Otras veces me lo han contado compañeros suyos. Y te contaría infinidad de anécdotas, pero esta vez te invito a que lo hagas tú. ¿Te atreves?
Te copio, querido amigo, un artículo tomado de una revista y que retrata muy acertadamente el destino de los listillos. El final de éstos suele ser casi el mismo. Tómate unos minutos y léelo."En España, los listos y listillos que destacan en alguna profesión son siempre inicialmente alabados, pero cuando las cosas se les tuercen porque se pasan de listos todo el mundo les rechaza y nadie recuerda haberles adorado. Ejemplos tenemos varios en nuestra reciente democracia. Aún recuerdo como se hablaba de aquel Alcalde sin escrúpulos de un municipio de la Costa del Sol, que había llegado a su consistorio a través de un club de fútbol. Todo eran parabienes, salía en la televisión diariamente, se le invitaba a dar conferencias, era un ejemplo para los munícipes que querían limpiar y hacer prósperas sus localidades. Incluso una diputada socialista muy cercana a Felipe González se declaraba públicamente a su favor. Otro podría ser aquel banquero sin escrúpulos, brillante alumno en la Universidad de Deusto, convertido en Dios para estudiantes, periodistas económicos, políticos “con visión”, organizadores de jornadas, especuladores afines, etc. Los discípulos del uno han acabado en la cárcel o entre juicios y programas rosas de la mano de una tonadillera; el otro también acabó en la cárcel y sin presidencia de banco desde un día de inocentes, y ahora nadie recuerda haberles aplaudido a pesar de lo inmensamente hábiles y listos que fueron en su ascenso. Hoy tenemos otro personaje, que es Ministro y sobre el que todo el mundo dice que es muy listo y que ha demostrado que no tiene ningún escrúpulo. Lo mismo defiende el ojo por ojo, que pide poner la otra mejilla o que violenta una jornada de reflexión. Todas sus frases son tenidas por muy ocurrentes y más de un político, no sólo de su partido, se quiere parecer a él de la misma manera que algunos alcaldes se querían parecer a Gil o de algunos "tiburones" a Conde. El tiempo coloca a todo el mundo en su sitio porque los listos suelen acabar pasándose de listos. El problema es que se suelen acabar pagando a escote los desaguisados de los listillos, y en esta ocasión puede que el precio, con lo que esta en juego, sea demasiado alto."

martes, 31 de marzo de 2009

LAS CLASES PARTICULARES


LAS CLASES PARTICULARES

Te hablo, querido amigo, de algo que sucedía hace más de cuarenata años . Las clases particulares de entonces no tienen casi nada que ver con las de ahora. Hoy día los niños asisten a clases de idioma, de ballet, de defensa personal –en sus muchas variantes-, de informática, de natación… pocas de ellas relacionadas con el refuerzo a las tareas escolares. Se supone que ya en el colegio tienen suficiente, con lo que yo , en general, estoy bastante de acuerdo. Nunca fui amigo de las “clases particulares” entre otras razones, porque pensaba que la escuela debía dar cumplida respuesta a las “particularidades” de cada alumno. Sólo en casos excepcionales las aconsejaba.
Dejando al lado la conveniencia o no de que un alumno reciba clases particulares, me ciño exclusivamente a relatar el hecho histórico de la segunda mitad del siglo pasado, que he tenido la oportunidad de vivir.
En mi niñez y adolescencia las clases particulares presentaban las siguientes características:
- Las impartían generalmente algunos de los maestros oficiales, obligados casi siempre por la necesidad de complementar sus exiguos ingresos.
- Existían también ciertas personas sin titulación que, bien en sus casas, bien en las de algún alumno, y de manera casi clandestina, organizaban pequeños grupos a los que atendían. Entre éstos se encontraban estudiantes, personas ya mayores, e incluso algunos maestros a los que se les había desposeído de su título por motivos políticos.
- Tanto unos como otros atendían a grupos muy heterogéneos, dedicándose casi exclusivamente a reforzar las materias de Lengua y Matemáticas. Diariamente se trabajaba el dictado y el cálculo.
- Solían asistir también a estas clases aquellos niños que tempranamente se incorporaban al trabajo obligados por la necesidad de la familia, librándose de esta manera del analfabetismo imperante en aquellos años.
- Las llamadas pomposamente “academias” formaban a los estudiantes que, por enseñanza libre, estudiaban en el pueblo, atendidas igualmente por los maestros del pueblo.

Casi debuté dando clases particulares en mi época de estudiante con el hijo pequeño de un señor de mi pueblo. Amigo y cliente de mi familia, poseedor de una ganadería de toros bravos, amén de otras muchas posesiones y riquezas. El niño tendría unos tres o cuatro años. El padre, de entrada, se permitió sugerirme unos cuantos consejos “pedagógicos”, como, por ejemplo, que le hablase de los toros de su ganadería para atraer su atención y ganarme su confianza. Así que tuve que aprenderme los nombrecitos de aquellos morlacos que al niño tanto le sugerían –blanquito, nevado, carapinta, soleado, etc…-, y allí me tienes, querido amigo, en una gran sala de la casa del ganadero, toreando cada tarde al niño, o mejor, toreándome él a mi. El niño, que se creía un becerrito, se me metía por debajo de las sillas, se escondía debajo de la mesa, trotaba por la sala como si estuviera retozando en la pradera…, pero de atender a mis clases, nada de nada. Ante esta situación no tuve más remedio que plantearme el reto de escoger entre los toros o las letras, así que aconsejé al padre que me lo mandara a mi casa; lo que en el lenguaje taurino se conoce como "cambiar los terrenos". Aquí las cosas cambiaron y pude “meter en vereda” a aquel becerrillo travieso para que aprendiese sus primeras letras. Todavía conservo un libro que me compré para estudiar como tratar a aquellos diablillos. Es el que aparece en la imagen de abajo.

viernes, 20 de marzo de 2009

MÁS SOBRE LAS VACACIONES


Te he contado cómo transcurrían mis vacaciones en mi niñez. Como la mayoría de los seres humanos suelo rememorar con alegría esta etapa de mi vida que, si los mayores no se empeñaron en lo contrario, ocupa el primer lugar de nuestros recuerdos felices.
¿Cómo eran las vacaciones en mi adolescencia?
El tiempo lectivo del curso era ocupado en el estudio del Bachillerato, primero, y de la carrera después. Había que procurar que no quedasen asignaturas pendientes para el verano. Yo, como la mayoría de los chicos de mi pueblo, los que no podíamos costearnos un colegio en la capital, estudíabamos “por libre”, que, por si alguno no lo sabe, consistía en preparse todo el curso en clases particulares e ir a la capital a examinarse una vez al año. ¡En dos días te examinabas de todas las asignaturas, siendo orales la mayoría de los exámenes! Había que trabajar duro, pero la recompensa era un verano de lo más relajante.
Como chico que empieza a sentirse hombre buscabas en la vida del pueblo todo aquello que te reafirmara tu personalidad: destacar en el estudio, en el deporte, –a mi me gustaba mucho el fútbol y dicen que era un buen extremo derecho-, participar en las reuniones sociales, formar parte de una rondalla, empezar a pavonearse por el paseo clásico de los pueblos para que las chicas se fijasen en ti, fijarte en ellas… los primeros amores, platónicos todos…, las rondas, los paseos nocturnos a caza de gorriones con escopeta de balines de plomo y linterna, “las ligas” o reuniones de amigos –a veces amigas- en las que empezabas a degustar tu primer vasito de vino, tu primer cigarrillo…
Los veranos eran muy esperados porque, como solíamos decir, venían los “estudiantes”, es decir, los “ricos”, los que pasaban el curso en la capital. Al parecer nosotros éramos estudiantes, pero de segunda o tercera división. Entre aquéllos tenía – y tengo- grandes amigos. Pero los más valiosos son los que compartían el día a día, en invierno y en verano, los que nos divertíamos o nos las “pasábamos canutas” para reunir las cinco pesetas que costaba una gaseosa en “casa del Albarquero”; gaseosa que congregaba a su alrededor a la pandilla de adolescentes que nos sentíamos felices ante tan “afrodisíaca” bebida. Comentaba mi amigo Manolo Siles que esta bebida era muy buena “porque se te rizaba el pelo”… Para acompañarla, cada uno debía de aportar de su casa la “tapa”, de modo que, una vez abierta la botella, cada uno sacaba de su bolsillo lo que había “agenciado” en casa, con o sin el permiso de sus padres… Higos secos, huevos duros, tomates, bellotas, ¡chorizos!, etc…
Entre los “estudiantes” se contaban los seminaristas, chicos que en aquellos años tenían que vestir de negro o, al menos, llevar los calcetines de ese color… En el verano se añadían a nuestra pandilla, resultando una delicia el disfrutar de su buen humor, de sus historias, de sus anécdotas. Entre ellas recuerdo la de un profesor del seminario que debía tener la misma mala pronunciación que nuestro “querido y amirado” secretario de Organización del PSOE, Pepiño Blanco, que se come algunas consonantes… Pues bien, este profesor, muy dado a las recomendaciones de las buenas maneras y cuidado del edificio del Seminario, a menudo les recordaba que “no debían clavar putas en las paredes”. Imagínate, querido amigo, la hilaridad que despertaba el pronunciar –en todo un Seminario- putas por puntas.
Las vacaciones, por tanto, corrían a la misma velocidad que las de mi infancia.
¡Qué pena! Uno se hace “mayor” y las vacaciones cambian de cariz. Ya no servirán nunca más para jugar, para buscar nidos, para bañarse en las albercas, para encontrarse con los amigos que han estado fuera; ya las vacaciones serán para DESCANSAR. ¡Con lo que a mí me gustaba cansarme, hartarme de calor en las siestas para bajar al río, jugar sin tener nunca hartura. Pero en fin, en mi profesión siempre me han felicitado por una cosa: por la cantidad de días de vacaciones que gozábamos los maestros. Antes y ahora la misma cantinela. Permíteme, amigo, algunas reflexiones…
- Según lo que contaban, el Estado no pagaba más a los maestros porque éramos muchos, y lo compensaba con días de vacaciones. Nunca me lo creí, pero algo de cierto había en el rumor. Supongo que después de una guerra y de un bloqueo internacional existirían cosas más importantes que arreglar que preocuparse por la educación…
- Según lo que se comentaba dentro de nuestro gremio no se reducían las vacaciones porque el Estado se vería obligado a subirnos el sueldo, con lo que nos encontrábamos con el consabido problema de “la pescadilla que se muerde la cola”.
Bien, esto es un poco de historia porque lo que nos interesa es lo que ocurre en la actualidad. En realidad, los períodos vacacionales han cambiado poco. Podríamos considerar los tres más prolongados, Navidad, Semana Santa y Verano. Unos veinte días para el primero, once o doce el segundo, y alrededor de dos meses y medio para el tercero, siempre refiriéndose a los alumnos. ¿Qué pasa?, ¿Que los escolares españoles tienen más vacaciones que el resto de los países europeos? Evidentemente no. Basta buscar un cuadro comparativo para darse cuenta de que hay muchos países que cuentan con más días lectivos que nuestros niños. Concretamente en España, los días lectivos preceptivos es de 240 anuales. ¿En dónde, pues, radica el problema del sempiterno descontento de los padres? Está claro que éstos aducen una serie de problemas como qué hacer con los niños, quiénes se encargan de ellos, como compatibilizar el trabajo de los padres, coordinar el período vacacional, hacer frente a un largo período de inactividad, etc, etc. Es un tema bastante polémico, que admite toda serie de soluciones. El problema es que hay que sentarse, discutirlo, y tratar de buscar soluciones. No basta con protestar, hay que poner empeño,porque soluciones hay y basta con asomarse a La principal queja de los padres gira en torno a la siguientes cuestiónes: ¿Qué hacer con los hijos en los largos períodos vacacionales? ¿Quién se ocupa de ellos si ambos padres trabajan? En definitiva, ¿cómo compaginar trabajo y colegio?
Vuelvo a repetir que el tema es complejo, pero también que, si todos los estamentos implicados,- familia, Estado, sociedad, sindicatos, etc-,se pusiesen de acuerdo para buscar soluciones, no digo que el problema se resolviera, pero sí que mejoraría ostensiblemente.
Las vacaciones de verano, por ejemplo, reducirían su duración en dos semanas, terminando el curso escolar el día 30 de Junio y comenzando el 1 de septiembre. Se me dirá que hacemos con los días de calor de principio y final del verano… Aporto la solución de que se compren menos ordenadores por aula –creo que se prometieron un PC por cada dos alumnos- y se instale el aire acondicionado.
Las vacaciones de Navidad y Semana Santa permanecerían igual, aunque sería deseable que esta última no fuese variable, a fin de ajustar el Calendario Escolar. De no poder ser, cada año debería estudiarse su programación.
Esas dos semanas que hemos quitado del verano serían los comodines para insertar en los períodos que van desde el inicio de curso hasta Navidad y desde ésta a Semana Santa, o bien desde Semana Santa a fin de curso, si ésta cayese muy tempranera. Desde este modo se resolvería el problema de los trimestres demasiado largos.
“¡Pero bueno! ¡Todavía no me has resuelto problema de los padres que trabajan, amigo Pedro!” Pues mira, querido amigo, hay que exigir a los responsables de los ayuntamientos una buena programación de sus actividades y el empleo racional de nuestros impuestos. Debería ocupar un lugar preeminente en el gasto público la contratación de personal especializado para llevar a cabo en los centros, en los distintos períodos vacacionales, una serie de actividades culturales, lúdicas, deportivas, etc, que permitiera a la familia que lo solicitara, dejar a sus hijos en el colegio disfrutando mucho más que si se quedaran en casa. Es cuestión de proponerlo y proponérselo. Igualmente el Estado, al igual que sucede en nuestros vecinos europeos, aumentar las prestaciones familiares para los matrimonios con hijos. Date una vuelta, querido amigo, por las legislaciones de los distintos paises de Europa y alucinarás…
“Y me queda otra cuestión, amigo Pedro: ¿no crees que los profesores tienen muchas vacaciones?”

viernes, 13 de marzo de 2009

VACACIONES ESCOLARES


En la vida hay distintos pareceres y, en muchas ocasiones, “cada uno cuenta la vida como le va”, “es distinta según el color del cristal con que se mira”, o no se tienen los suficientes datos como para emitir un juicio correcto.
Muchos de los que ya me conocéis vais a decir: “¡y tú que vas a decir si has sido maestro!, seguro que arrimas el ascua a tu sardina…” En fin, es posible, pero trataré de ser lo más imparcial que pueda.
Pero antes de entrar en discusiones, mejor es que os relate, aunque sea brevemente, cómo veía yo mis vacaciones cuando era niño y adolescente.
¡Aquellas vacaciones de mi infancia sí que eran largas! Recuerdo que comenzaban sobre el 22 de Junio, porque del 23 al 29 se celebraban las fiestas de San Juan, patrono de mi pueblo. Se comenzaba el curso a finales de Septiembre, dado que en la última semana de este mes tenía lugar la Feria de Ganado, de gran interés por aquellos tiempos, en dónde se compraba y vendía toda clase de animales. A mi me gustaba asistir –como “oyente”, claro- a los tratos entre comprador y vendedor, asistidos siempre por un corredor. El “tira y afloja” podía durar horas, incluyendo en el mismo toda serie de pruebas al pobre animal, al que se le abría la boca para averiguar su edad, se le examinaba su cuerpo en busca de posibles “mataúras”, es decir, úlceras o heridas cicatrizadas, pruebas de resistencia, carrera, etc… dependiendo del tipo de animal. Lo curioso es que el trato se cerraba dándose la mano, una vez acordado precio y condiciones. Tal acto era suficiente y no se necesitaba de ninguna firma más.
Pero volvamos al tema: si habéis sacado la cuenta eran ¡tres meses de vacaciones de verano!
En la edad escolar, o enseñanza primaria, que era obligatoria hasta los catorce años, no existían repeticiones de curso, ni recuperaciones, ni nada que se le pareciera… Eso sí, existían maestros que daban clases particulares para aquellos alumnos que lo requirieran, bien para “que no se le olvidara lo aprendido, bien para mejorar sus estudios, o bien –como solían decir algunos padres- para que no estuvieran en la calle apedreando perros”. Estas clases tenían lugar a primeras horas de la mañana, porque entrado el día, no había quien aguantara el calor de mi tierra…
Y el resto del día, ¿en que solíamos emplearlo? ¡Uy, te sorprendería la cantidad de “actividades extraescolares” que desarrollábamos:
-Búsqueda de nidos por los olivares y huertas.
-Baños en las albercas de algún familiar o conocido. En ocasiones se “asaltaban” sin previo permiso, exponiéndose a la ira de los propietarios, si te pillaban.
-Formación de pandillas –tengo que decir que la droga más dura era la gaseosa- que solíamos competir entre sí, en los campos recién segados de trigo, “a terronazo limpio”…
-Juegos en las plazas, con trompas, bolas –canicas-, saltadores, uno y mil juegos que tenían su “época” … bueno, el pueblo era un hervidero infantil, en dónde los mayores se refugiaban en los portales de las casas, con las cortinas echadas, regados con el agua fresca de algún pozo… Los tres meses se nos hacían cortos, te lo aseguro.
Venga, otro día te cuento más de mi época de adolescente…

martes, 10 de marzo de 2009

LA ENSEÑANZA DE ADULTOS






Un comentario a una de mis entradas me ha llevado a consultar un libro de mi biblioteca. Cuando ya lo iba a depositar de nuevo en su lugar, he advertido que se trataba de un libro que me habían regaldo. Curioseando en la dedicatoria me ha venido a la memoria otra de las facetas de mi labor educativa: la enseñanza de adultos.
Hace ya muchos años, existían clases de adultos para aquellas personas que necesitaban bien alfabetizarse o bien completar los estudios que en su día, y por las causas que fueren, no pudieron concluir. En mis primeros años de profesión abundaron más los primeros ya que eran muchos los analfabetos existentes en nuestro país, a causa de los años difíciles que nos tocó vivir.

Date cuenta, querido amigo, de la fe de estos hombres y mujeres que, después de una larga jornada de trabajo en el campo, iban a la escuela, muchas veces imponiéndose a la vergüenza de reconocer su ignorancia. Te digo que esta labor fue de lo más gratificante pues no hay mejor premio para el que trabaja que el ver el fruto de su esfuerzo en los ojos de humildes personas.

Cuando me trasladé a Valencia, pronto me incorporé a la enseñanza de adultos que simultaneaba con mis clases diurnas. Te preguntarás el por qué de tanto trabajar… existía una razón poderosa: un solo sueldo y cinco bocas que alimentar –además de la mía, claro- Pero había una gran diferencia con lo desarrollado anteriormente y es que, habiendo varias clases, con varios profesores, se podían organizar grupos más homogéneos. Uno de ellos era el de las personas que deseaban obtener el Título de Graduado Escolar. Os podía contar cientos de anécdotas. Si las de los niños son magníficas por su propia inocencia, las de los mayores lo son aún doblemente porque, a la sencillez, unen una gran humildad.

Recuerdo que una de las asignaturas que yo impartí fue la del idioma Francés. Uno de mis alumnos, conductor de autobús, además de guardia municipal y no sé cuantos empleos más –debería tener el doble de hijos que yo- tuvo que hacer un servicio a París, en donde el equipo de fútbol del Valencia tenía que disputar la final de Recopa de Europa- creo-. A la vuelta, al regresar a clase, entre risas y bromas, me dijo con una socarronería propia del valenciano: “Don Pedro: no he podido hacerme entender por los franceses. Lo que he aprendido en clase no se parece en nada a lo que usted nos enseña aquí. ¡Menos mal que el idioma de los signos es universal!” Qué lección del alumno al maestro, aunque he de confesar en mi defensa que los medios y horario que disponía para mi trabajo eran más bien escasos.
Termino. En fotos tienes la portada del libro y las dedicatorias. Te dejo que seas tú el que interpretes el valor de las mismas. A mi me han sonrojado y casi he soltado una lagrimita…



jueves, 5 de marzo de 2009

FUI UN NEGADO PARA LAS MATEMÁTICAS


Fui un negado para las Matemáticas

Desde muy pequeño siempre me han gustado las Ciencias, especialmente las Matemáticas, y he tenido una especial inclinación por la Literatura. De ahí, que mi vida profesional haya sido influida por las primeras y mis aficiones por la segunda. Después de unos años dedicado a la clase unitaria y de primaria, pasé a dar clase en lo que se llamó Segunda Etapa y más recientemente Ciclo Superior. Entre dos o tres profesores, según necesidades, nos hicimos cargo de las Matemáticas y Ciencias Naturales de los nueve cursos –más o menos- que solían formarse en el Colegio.
He de reconocer que durante algún tiempo yo fui “un negado para las Matemáticas”, como tanta gente suele decir al oír el nombre de esta materia. Sí que aprendía en mi etapa primaria las operaciones básicas –las cuatro reglas famosas- , incluso a operar con fracciones, efectuar raíces cuadradas, etc… pero cuando llegaron los problemas -¡nunca mejor dicho-, quiero decir, cuando hubo que profundizar en el Bachiller sobre Teoremas, Leyes, demostraciones, en suma, cuando llegó la abstracción yo patinaba como cualquier hijo de vecino, y se me venía cuesta arriba la comprensión de la materia. Los libros no explicaban mucho, los profesores se limitaban a repetir lo que decían los libros… hasta que tuve la suerte de dar con una profesora que, además de conocer la materia, sabía cómo enseñarla. Fue entonces cuando empecé a amar las Ciencias, en particular, y todas las demás asignaturas en general. Más tarde llegué a la conclusión de que un buen profesor lo es todo; mucho más que el temario, que los planes de enseñanza, que el Ministro de turno… ¿Alguno de vosotros recuerda qué decía el temario en aquellos tiempos? Seguro que no, pero sí que recordaréis cuál fue aquel profesor que os ayudó tanto en tal o cual asignatura.
Como he pasado por tantos planes de estudios puedo asegurar que en ninguno de ellos se ha tenido en cuenta el papel del profesorado. Para mí es fundamental formar a buenos profesores para que éstos formen buenos alumnos; dotarles de los medios necesarios para desarrollar su labor, fomentar la dignidad y el respeto a los mismos, y de ahí, ascendiendo, construir colegios dignos y modernos y dotar a toda la enseñanza de una Ley acorde a las necesidades del país y del tiempo en que vivimos.

lunes, 2 de marzo de 2009

LAS MATEMÁTICAS NO SON EL COCO


Las Matemáticas no son el coco.



Te decía en la entrada anterior que las matemáticas no tienen por qué ser un obstáculo para nadie. Ten en cuenta que “las matemáticas se basan en una estructura del cerebro que es consustancial al género humano. Partiendo de esta evidencia, el niño es perfectamente capaz de entender esta materia y asimilar su lenguaje. Algunos necesitarán más esfuerzo y otros las cogerán más rápido. Lo importante es no desanimarse.”
Todo el mundo tiene capacidad para aprender matemáticas, pero es necesario que los profesores estén bien preparados. Y ahora no lo digo yo, sino Sebastiá Xambó, presidente de la Conferencia de Decanos de Matemáticas. Esta asignatura requiere por parte del alumno, cierta dosis de paciencia y esfuerzo, algo que entra en contradicción con el deseo de inmediatez presente en nuestros días. –dice en otro lugar.
Partiendo de investigaciones psicológicas y didácticas se ha demostrado que los niños de 6 a 12 años necesitan aprender matemáticas a través del juego, de la manipulación sobre los objetos, puesto que se encuentran en una fase eminentemente lúdica de su desarrollo. Es decir, se aprende jugando
Como este blogs no pretende ser ningún tratado de nada, sino meras anécdotas y experiencias en mi vida profesional, paso a contarte, querido amigo algunos de mis recuerdos.
En mi primera escuela ya tomé conciencia de todo lo que te comento. Los padres querían que sus niños supiesen mucho “de números”, que, al menos aprendiesen las “cuatro reglas” –suma, resta, multiplicación y división-. Hasta aquí normal en una sociedad rural que no necesitaba mucho más.
Pronto comencé a notar los primeros malos hábitos: los niños contaban con los dedos, se carecía de cálculo mental, los ejercicios y problemas eran demasiado repetitivos y fuera de la realidad del entorno del niño, las operaciones a que habían sido sometidos eran kilométricas -¿con objeto de que el alumno tardase mucho tiempo en resolverlas y así mantenerlo ocupado?-… Por todo lo cual me dispuse a aplicar algunos conceptos aprendidos en los libros y otros de mi experiencia personal.
1º .- Aplicando la teoría de los bloques lógicos de Dienes que se basan en cuatro cualidades muy próximas a los niños (el color, la forma, la medida y el grosor) y once atributos, se llega, combinándolos de todas las formas posibles, a 48 combinaciones posibles.
2º.- Mediante destrezas y habilidades, los niños adquieren progresivamente sentido numérico, es decir, la capacidad de aplicar buenos razonamientos cuantitativos en contextos reales. Uno de los materiales aconsejados eran las regletas de colores y el ábaco, algo inalcanzable en una escuela rural, por lo que tuve que sustituirlo por cajitas, bolsas de pipas vacías… etc.
3º.- En la formación geométrica utilicé el geoplano y el tangram, construídos por los mismos alumnos, que así, además, se vinculaban con la práctica de la psicomotricidad y de la expresión plástica.
Estas y otras estrategias, fruto de la observación, del estudio y de sus buenos resultados fueron orientando mi afición a las Ciencias. Así que, al estudio de las matemáticas siguió el estudio de las Ciencias Naturales, con la construcción de herbolarios, colecciones de insectos, de minerales, etc… con el objetivo de que el niño experimentase, manipulase, se motivase en la búsqueda de la verdad; intentando que se acostumbrase a preguntar todo lo que no entendiera.

viernes, 27 de febrero de 2009

EL NIÑO Y EL VIEJO


El niño y el viejo

A lo largo de mi vida profesional y personal, habré contado la siguiente historia cientos de veces. Lo hice cuando quería hablar de generosidad, de almas limpias, en contraposición a las cosas sucias, a las viejas pasiones, a las venganzas. Para entender este cuento tendrás que cerrar los ojos y hacerte niño por unos minutos… porque sólo los niños se enamoran de las cosas de cada día y por eso gustan de la luz.

“Érase una vez un niño que tenía por juguete un angel bueno y por compañero un hombre malo.
El niño y el hombre se encontraban en una habitación grande de un viejo hospital. El niño, con su ángel bueno, en una cama blanca, junto a la ventana. El hombre, en la otra cama, suficientemente cerca para poderle hablar, suficientemente lejos para no poder curiosear por la ventana.
El hombre malo no sé qué enfermedad tiene que no puede levantarse. El niño amigo del ángel no sé lo que padece que requiere cuidados durante la noche.
Cuanto más bueno es el niño, más odios se encienden en el corazón del compañero. El niño habla de jardines; y de ensueños, de hombres y de chiquillos, de calles y de plazas, de todo cuanto ve por la ventana. A veces interrumpe su charla porque sufre fuertes ahogos; entonces agita la campanilla... y unas batas blancas que entran como alocadas, con un no sé qué, calman sus dolores de muerte. Y de nuevo, en cuanto puede, mirando por la ventana, continúa contando cosas de las nubes y de las flores. del color del cielo, del color del día, del color de las estrellas, del color de la noche. Una gran envidia, una mala pasión crece en el corazón del hombre malo que no quiere escuchar al niño, porque desea la ventana! Todo lo demás le aburre, le cansa. le agota, desea sólo la ventana! La imaginación sucia le empuja a ver cosas que el niño con ojos limpios no aprecia. Tal vez el niño ha adivinado sus locas pasiones porque hoy le ha hablado, como nunca, del sol, de sombras y de luces. El hombre malo se ha enfurecido: - Cállate! Y el chiquillo con la voz de su ángel: - Quieres que cambiemos de cama? Al perverso le hace daño la generosidad del niño. Y el niño, para alegrarle la vida, cuenta que te cuenta lo que ve por la ventana: - Huy!!; qué rojo está el cielo. Y ese cielo rojo —que todo era cariño— enfureció como nunca al malvado. Aquella noche, cuando el chiquillo, como todos los días, llamaba a las estrellas cuando éstas asomaban sus espadas en el cielo, llegaron los ahogos mortales de siempre.El niño alarga su brazo para coger la campanilla... y no la encuentra. Después de un suspiro agotador, con muecas de dolor, palpa otra vez la mesilla.., y no halla nada en ella. Con gran esfuerzo se incorpora..., y clava sus ojos blancos en la mano negra del hombre que retiene la campanilla. — ¡Toca, toca !.. ¡pronto! ¡Toca ! -chilla como puede el chiquillo—, ¡toca la campanilla!, ¡me ahogo! ¡ Toca, toca! ¡ Sé bueno !Los ojos, casí muertos del niño contemplaron por última vez, en las manos duras de su compañero, una campanilla muda con una lágrima grande por badajo.
A la mañana siguiente las batas blancas entraron como de costumbre, y encontraron al hombre dormido y al chiqullo: ¡ muerto! Y la campanilla, fría y muda, sobre la mesilla. Se llevaron el cadáver del niño que tenía por juguete un ángel bueno. Y cambiaron de cama al hombre malo: junto a la ventana. Y esto es lo que vieron — con rabia— sus ojos: un paredón y un tejado, ¡eso sólo!, un gran paredón con grietas verdes y, en lo alto, un sucio tejado con tejas viejas, rotas, rojas, hechas de sangre. “(Jesús Urteaga, “Dios y los hijos”, 1961)

miércoles, 25 de febrero de 2009

¡YA VALE!


¡Ya vale!

Es importante, querido amigo, enseñar a nuestros alumnos o hijos, a terminar las cosas bien. En las carreteras de muchas almas encontramos la señal de “firme provisional” por los siglos de los siglos.
En los años 50, 60 y aún más existía en cada clase un cuarderno llamado “Cuaderno de Rotación” en el que se recogían todas las actividades del día, de todas y cada una de las asignaturas. Cada día debía ser realizado por un alumno distinto, de manera que toda la clase participara en su confección. Los objetivos eran varios, pero yo destaco el que los alumnos se esmeraran para que su trabajo fuese limpio, vistoso, aseado… de modo que, al ser observado por su maestro y compañeros, fuesen dignos de ser alabados. Era como dejar el sello de su trabajo, un pedacito de su personalidad… Se cuidaba mucho la letra, los rótulos, las ilustraciones… El alumno no tenía prisa por terminar y sí una gran ilusión por hacer el trabajo bien hecho. No sé por qué esta práctica se ha perdido…
“El ‘ya vale’ es la antítesis de la perfección. El ‘ya vale’ es, por definición, dejar las cosas sin terminar. El ‘yavalismo’ es la plaga que destroza la cosecha de las obras bien hechas”(J.U)
Hay muchos alumnos que practican el “yavalismo”. Unas veces, consigo mismos, cuando ante la realización de un trabajo se dicen:
-Bueno, esto ya está como para un suficiente o un bien… así que “ya vale”
Y dejan la obra inacabada, imperfecta.
En otras ocasiones,se manifiesta el “yavalismo” cuando el educador pone tareas , trabajos, etc… Entonces no es uno, sino toda la clase la que pronuncia las palabras mágicas… ¡YA VALEEEE!. También ante unas indicaciones de profesores o padres, explicándoles o exigiéndoles el cumplimiento de ciertas normas, la frase “¡ya vale!” es pronunciada incluso con indignación y rabia, como si se les estuviese condenando a cadena perpetua…
En resumen, hay que hacer el trabajo, pero además hay que hacerlo bien, lo más perfecto posible y, sobre todo, hay que terminarlo.

martes, 17 de febrero de 2009

LA LABORIOSIDAD


La laboriosidad

Mira amigo: el ser humano tiende siempre a la ley del mínimo esfuerzo si no hay fuerza que se oponga a ella. En la educación, la tendencia actual de facilitar al máximo la consecución de sus objetivos –que tiene gracia que se denominen “objetivos mínimos” -, la promoción automática de curso, la supresión de pruebas, exámenes, etc… nos ha llevado, o falta poco para que nos lleve, al estado de que sean los alumnos los que marquen el ritmo al profesor y no al contrario.
En la comida familiar de los domingos, una de mis hijas, profesora en un instituto, me comentaba que vio venir por uno de los pasillos del mismo, a un grupo de alumnos, altamente malhumorados. Les preguntó la causa y le contestaron que una profesora de sociales, les había puesto para estudiar para un control, nada más y nada menos que ¡diez preguntas! ¿Quién va a ser capaz de memorizar tal “cantidad” de materia? No le valió a mi hija comentarles que no hace tanto que ella tenía que examinarse no de diez preguntas, sino de diez o más temas…
¿No será que se está perdiendo una virtud muy necesaria en esta etapa de la vida? Me refiero a la LABORIOSIDAD,
“La laboriosidad es la virtud del que se empeña en un trabajo bien hecho. Exige constancia, imaginación, paciencia. A veces hay que trabajar mucho, a veces años y décadas, antes de ver el “fruto del trabajo”. Una sociedad sana y una nación grande están hechas de hombres y mujeres que viven la laboriosidad.”
Siempre que me he tropezado con un alumno perezoso, de esos que parece que “han nacido cansados”, he tenido que realizar el mismo razonamiento: “Mira, chico, tu trabajo, tu obligación, la manera de ganarte tu sustento, es estudiar, hacer tus deberes, obedecer, participar en la clase, y seguir la marcha de la clase, lo mismo que hacen tus compañeros. Esto es lo que tus padres hacen cuando trabajan, para que tú y toda la familia podáis vivir y tener alimento, casa, comodidades, etc. etc. Tu padre no puede decir: “¡hoy no voy a trabajar, porque no tengo ganas!” porque perdería su trabajo y por tanto tú, te quedarías sin comer… Bueno, el rollo es más o menos largo según el alumno te entienda o no, pero lo importante es que el alumno entienda el concepto del trabajo y que, poco a poco, entienda igualmente que es preciso trabajar mucho y bien, por dos razones: por el bien común y por el bien individual.
El hombre debe hacer las cosas cada vez más perfectas, contribuyendo así al progreso humano. El niño debe entender que con “chapuzas” no tendríamos tantos adelantos y comodidades. Al mismo tiempo debe perfeccionarse a sí mismo en el trabajo, lo que redundará, a la larga, en su propio beneficio.
El trabajo serio, honrado, ordenado, hecho a conciencia, dignifica a la persona.
Las desganas, las vacilaciones, las perezas, las dilaciones, los desánimos, son los tropiezos más comunes para conseguir el objetivo de la laboriosidad.Una vez te tengo que recomendar, querido amigo, que, para inculcar la virtud de la laboriosidad hay un método seguro: el ejemplo. Infalible si lo quieres contagiar a tus alumnos o hijos.

jueves, 12 de febrero de 2009

La amistad


La amistad

En el repaso a ciertos aspectos de mi vida, que no de todos –por el momento-, he dejado al margen uno de los más importantes de nuestra existencia:
LA AMISTAD, los amigos. Como sabes, querido lector y amigo, todo lo que cuento siempre ronda por la senda de la educación. Déjame, por un momento, que camine paralelo a este propósito, para hablarte de mis amigos que, al fin y al cabo, es como hablar de tus amigos, de nuestros amigos…
Andalucía, una parte de España en la que nací, tiende a hacer de cualquier suceso o acontecimiento, una copla, una canción. Así, el suceso alegre se convierte en jubiloso y el suceso triste se despoja de todo aspecto negativo y se reviste de sana alegría. Andalucía, mi tierra, tiene un canto popular, depositario de la sabiduría del pueblo llano: “las sevillanas”. Y una de ellas nos dice:
“Algo se muere en el alma,
cuando un amigo se va.


Cuando un amigo se va
va dejando una huella
que no se puede borrar
No te vayas todavía
no te vayas por favor
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Un pañuelo de silencio
a la hora de partir
porque hay palabras que hieren
y no se deben decir,
El barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar
y cuando se va perdiendo
¡que grande es la soledad!
Ese vacío que deja el amigo que se va
es como un pozo sin fondo
que no se vuelve a llenar”

Ya habrás adivinado que te voy a hablar de los amigos que nos han dejado. Es cierta la canción cuando dice que “algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”, porque los amigos tienen en nuestro corazón, en nuestra existencia, un lugar privilegiado, un hueco, una parcela, que será casi irremplazable cuando nos dejen. Creo que fue Ortega y Gasset el que dijo : “Yo soy yo y mis circunstancias”, y yo me atrevo a parafrasear al gran pensador asegurando que “Yo soy yo y mis amigos”. El refranero, siempre sabio, sentencia que “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
En época reciente he sufrido la pérdida de grandes amigos. Espero que, desde donde se encuentren, puedan leer este blog y comprueben que el hueco que dejaron “no se ha vuelto a llenar”, aunque no está vacío, sino lleno de recuerdos que, con el tiempo, han adquirido valor y solera. Te lo iré contando, querido amigo, en las próximas entradas.

viernes, 6 de febrero de 2009

SOLO ANTE EL PELIGRO


Hay que procurar, ante la posible resistencia al trabajo por parte del alumno, que tienda a dominar con reciedumbre su natural tendencia al mínimo esfuerzo. Si hoy no aprenden a dominarse en la batalla dura del aprendizaje, los veréis mañana convertidos en unos pobres guiñapos: sin fuerza, sin autoridad, a merced de todas la olas, de caída en caída, de fracaso en fracaso.
No tratemos de asegurar a nuestros alumnos una vida fácil. Hay que decirles bien claro, y que lo entiendan, que la vida no es fácil, que habrá que luchar, en ocasiones muy duro, y que, por tanto hay que templarse con el esfuerzo. Acostumbrarles a querer más que a desear.
“Si el hombre no hubiera tenido que luchar contra el frío –dice Chevrot-, todavía habitaría en las cavernas”
Y todo esto con mucho amor. Dejemos los mimos para las mamaítas en casa…

Solo ante el peligro (High Noon) es uno de los mejores westerns de la historia del cine, si no el mejor. Aunque ciertamente es un western atípico, carente de escenas de acción, sin tribus de indios, o vistas panorámicas al estilo de Monument Valley... La película cuenta la historia de un solitario y noble sheriff, abandonado por los ciudadanos del pueblo que ha jurado proteger ante la inminente llegada de un grupo de bandidos. Llegan en el próximo tren sedientos de vengarse del marshall que les puso entre rejas... El sheriff Kane, orgulloso y fiel a su obligación, decide plantarles cara a pesar de la insistencia de su joven esposa y de todos sus conciudadanos que le sugieren que huya. «Cariño, he estado pensando, me están haciendo huir. Yo jamás he huido de nadie...»

Me ha sugerido la presente entrada uno de lo comentarios a la anterior “¡Guerra a la comodidad!”, que dice así:
” Estoy de acuerdo. Sin embargo es dificil luchar contra todo un entorno donde se valora más saber discutir en público -como por ejemplo los programa de debate rosa -que sacar buenas notas o tener buenos argumentos. No toda la culpa la tenemos los padres.”
De aquí podemos entresacar esto:
- Que es dificil luchar contra el entorno socio-cultural.
- Que hoy día no se valora tanto la valía personal, la inteligencia, sino la verborrea, el ir a favor de las corrientes de la progresía, del falso avance de los tiempos, que hay que estar en contra de todo lo establecido… etc. En una palabra, toma tu barca y rema a favor de corriente.
- Que los padres no son responsables… etc.
Quiero pensar que muchos de nuestros educadores, padres o maestros por un momento se sienten en el papel de Gary Cooper, abandonado por todos, que le aconsejan huir, “salvar el pellejo”. Todo menos “cumplir y hacer cumplir la ley”. Hay muchos padres, como el del comentario, que sabe muy bien cuál es su deber, pero teme que las dificultades puedan más que su buena voluntad.
Para todos aquellos que todavía piensen que hay remedio para sus hijos, sus educandos, te copio algunas recomendaciones que puedes ir poniendo en práctica, si no es que ya no lo haces.
- Cuando les veáis sufrir no os ablandéis. No les mintais cuando le llevéis al médico. No tengáis miedo a pedirles esfuerzos. Fiaos de su reciedumbre. Estimulad ese heroísmo latente que vive en el alma de todo muchacho.
- Exigirles, para una educación viril, algo como esto:
- Hora en punto para levantarse.
- Hora en punto para acostarse.
- Mas ducha fría que baño caliente, para lavarse.
- Si el chico no está enfermo, come de lo que se pone en la mesa, sin contemplaciones.
- No se sirven desayunos no lecturas en la cama.
- 36,8º es una “fiebre” apta para menores en la escuela
- Sobran en la cama toda clase de botellas calientes.
- No sirvas a los niños lo que pueden servirse por sí mismos.
- Los medios de locomoción para ir al colegio son los pies, el metro, el autobús, el tranvía; a lo sumo, la bicicleta; pero nunca el coche de papá o mamá porque el niño llega tarde.
- Enséñale a terminar bien las cosas. Es un aprendizaje costoso, posiblemente un arte de los más difíciles de practicar.
- Y… échales a nadar donde no haga falta un hombre-rana para sacarlos; pero échalo a nadar. (J.U.)
Ante éstas y otras orientaciones que seguro tú ya tienes en mente y en práctica, vas a tener enfrente a los que quieren liquidarte, como al bueno de Gary Cooper: la tele, la sociedad, la mujer, la suegra, los abuelos, los tíos… Y te vas a tener que oír cosas como éstas:
-¡El niño no tiene por qué pasar frío en el autobús! Tu lo llevas camino del trabajo.
-Pobrecito, tiene casi 37 de fiebre…¡hoy que se quede en casa!
-Mamá, ¿me alcanzas la sal? –Si , cariño, yo me levanto…
-¿No ves que el niño está cansado? Déjalo, ya terminará mañana…
etc. etc. etc.
¡Libertad! ¡Señorío! ¡Dominio de sí mismo! ¡Disciplina! ¡Voluntad! Si lo que pretendemos es hacer de tus hijos unos hombres con sentido de la responsabilidad, convéncete de que necesitan mucha más libertad, capacidad de deliberación, decisión y voluntad fuerte para ejecutarlo.
Animo , amigo Gary, no estás solo. Somos muchos los que queremos “salvar al pueblo de los desalmados y forajidos”.

miércoles, 28 de enero de 2009


La rutina

Uno de los peores vicios en que puede caer un profesor es el de la rutina; ese creer que ya se sabe todo, que no hace falta preparar el tema, que no vale la pena buscar nuevas formas, que no hace falta tener en cuenta el nivel de la clase…

Recuerdo de mis tiempos de estudiante una anécdota vivida en una clase de matemáticas. Fue en una academia que preparaba a alumnos de bachillerato, que luego habrían de examinarse por libre. Impartía la clase un maestro que no debía conocer bien el tema o no se había preparado lo suficiente, o su orgullo era tan alto que no quiso ponerse a la altura del alumno.

Se hablaba aquella tarde del triángulo, concretamente del trazado de la “paralela media”. El amigo, -gran estudiante y gran persona-, que le tocó desarrollar el tema en la pizarra dijo, más o menos,… “Si se traza una paralela B´C´ a un lado de cualquier triangulo ABC se forma otro triángulo AB´C´ que…”
¡No pudo terminar la frase ni la explicación! , porque inmediatamente fue interrumpido por el profesor:
- ¡Ahí no existen dos triángulos! Usted sólo tiene un triángulo y la recta que acaba de dibujar.
- Pero, Don José, la recta que acabo de dibujar, hace que se forme un triángulo más pequeño, dentro del anterior y que es semejante a él…
- ¿Usted pretende darme lecciones a mi? – expetó el profesor- Si usted quiere que haya dos triángulos deberá dibujar el segundo aparte. ¡Entonces si que hay dos!
- Pero mire usted…

Y así continuó una discusión en la que el alumno terminó por llorar, ante la impotencia de hacer ver al profesor que estaba equivocado.

Maestro, tú no tienes la verdad absoluta. Tu eres más sabio cuando rectificas que cuando impones un criterio equivocado. Crees que los alumnos te van a respetar menos si tienes que reconocer, de vez en cuando, un error. Siempre he sido muy despistado, pero esto lo sabían mis alumnos que ya llegaban a rectificarme sin ningún miedo, con una sonrisa, sin malicia, porque ellos valoran más la sinceridad que otra cosa.Maestro, tú que empezaste con una gran ilusión, no te hagas nunca viejo. Renuévate si hace falta, no permitas que la maldita rutina se meta en tus métodos y procedimientos, porque eso te arruinará como profesor y como hombre.

martes, 27 de enero de 2009

LOS DEFECTOS DE LOS PROFESORES

Los defectos de los profesores

Te he hablado mucho, querido amigo, de mi vida profesional, de la relación entre maestro y alumno, del alumno en particular, pero quizá me ha faltado hablarte concretamente de los fallos de los maestros, de sus faltas y descuidos, de sus rutinas, de sus manías... Me dirás que algo sí que has leído pero yo estimo que ha sido de pasada. Ahora quiero concretarte algo más.
He pasado por todo tipo de escuelas en las que las clases –me refiero a la estancia material- han sido de lo más variopintas. En todas ellas noté un considerable descuido tanto en su conservación, como habitáculo decente, en el que tienen que pasar muchas horas del día niños y profesores, como en el respeto y cuidado que unos y otros habían de procurar. Los colegios y escuelas pobres, muy pobres, siempre pueden estar limpios, muy limpios, como los hogares. Cuando he observado que un alumno ha tirado un papel al suelo o ha tratado mal el mobiliario, o ha ensuciado su mesa con el lápiz, siempre le he dicho la misma frase:”¿En tu casa lo harías?”

Os aseguro, queridos compañeros –si es que alguno me lee, aunque esto también sirve para los padres- que se puede conseguir que las mesas de los niños estén limpias. Sólo hay que proponérselo. Todo depende de lo aseados que seamos y de la importancia que demos a la limpieza. Si no habéis logrado que los niños sientan las cosas de la escuela como suyas, vuestra clase nunca se parecerá a su propia casa.

¿Y cómo se pueden sentir las cosas de la clase, del colegio en general, si todo respira abandono y suciedad? Yo te aseguro que si tú individualmente te preocupas de tu propia clase y cooperas para limpiar y ordenar el resto, tu clase y tu colegio cada vez se parecerá más a un hogar.

Un maestro limpio y ordenado hará que su clase sea limpia y ordenada. Y para desdramatizar un poco el tema te propongo la reflexión de los apodos o motes de los profesores que pasaron por tu vida. ¿A que muchos de ellos responden a su falta de orden o de limpieza? Te daré solo unos cuantos, para que vayas haciendo memoria:
-El pelotillas (por hurgarse continuamente en donde la espalda pierde su nombre)
-Mocobit (Por estar haciendo “píldoras” con frecuencia).
-El pistolas (Por señalar con el índice a modo de revólver)
-La bruja (Por su falta de cuidado en el pelo)
-La pulga asesina (Por su mal carácter..)
- etc,
Sigue tú, querido amigo.

jueves, 22 de enero de 2009

RELACIÓN PROFESOR-ALUMNO


Relación profesor-alumno
Siempre he tenido muy claro que para desarrollar mi trabajo en la escuela, la relación profesor-alumno debería desterrar desde el primer momento la figura del “profesor-ogro”, del “profesor-hueso”, del “profesor-duro”, etc; que esta relación debería ser distendida, alegre, que hiciera olvidar al alumno las, a veces, dificultades de la asignatura, depositando en el profesor su confianza para vencerlas.
La táctica fue para mí, en un principio, siempre un poco teatral, gastando pequeñas bromas personalmente o al conjunto de la clase. Si tenía que dirigirme en serio para cualquier observación, en medio de la seriedad, siempre metía unas “morcillas” para desdramatizar el momento. Les decía, por ejemplo, que debían ser “buenas persianas” –por buenas personas- arrancando así sus sonrisas y ganándome su confianza. A veces, cuando me encuentro con algún antiguo alumno, me suelen comentar que “con usted nos lo pasábamos muy bien”, y a lo mejor me lo está diciendo un médico, un ingeniero, o un buen profesional… y no me da pena que me recuerden por eso. Pienso que ya es bastante dura una larga escolaridad como, para encima, hacérsela más difícil y complicada.
Opino, y no por esto creo estar en posesión de la verdad absoluta, que la relación de la que hablamos ha de ser más cercana a la de un buen padre que a la de un serio profesor. Los seres humanos estamos más inclinados al amor que al odio; más receptivos a un premio que a un castigo; más próximos al calor que al frío; más cerca de la actuación por convicción que por autoritarismo.
Recuerdo un ejemplo leído hace muchos años –escrito por J.Urteaga en uno de sus libros- que no me resisto a contarte, aunque te pido perdón por alargar un poco este spot de hoy. Tú, querido amigo que me lees, me sabrás perdonar.
“Has llegado del trabajo con un «buenas tardes” que suena a tormenta. El pequeñín de la casa te está espiando. A través de los titulares negros del periódico, con el que te ocultas, el pequeño adivina la cara de siempre. Él, en cambio, está contento. Desde que ha vuelto del colegio te está esperando para contarte la hazaña de esta tarde. ¡Si le hubieses visto ! Qué aplausos ha recibido de sus compañeros! ¡ Nadie lo hubiera podido hacer mejor! No tiene muy sujeta la imaginación. —De algo debe haberse enterado mi padre en la calle. Es muy posible, porque hasta mis compañeros venían comentándolo. ¿Será posible que lo sepa, y que esté disimulando? Pero tal vez no lo sepa, porque ha hecho lo de todos los días, entrar y coger el periódico. ¡Qué rabia! ¿Por qué no me dirá nada?
Y el chico ha decidido intervenir con un: ¡hum! Ha carraspeado mirando a un cuadro que está en el extremo opuesto al sillón donde se sienta su padre. Suavemente ha vuelto sus ojos sonrientes, pero... su padre sigue encerrado tras la puerta de papel de periódico.
—¿Y si llamara a la puerta? —y con el índice ha golpeado en las letras, con suavidad. Efectivamente la puerta se ha abierto. Pero su padre ha dicho: ¡Hola!, y la ha vuelto a cerrar. — ¿Sabes, papá, lo que he hecho esta tarde en el colegio? —ha gritado el chiquillo.
Y cuando ha comenzado a contar su hazaña con mucho movimiento de manos y pies, su padre le ha cortado sin interrumpir la lectura:
-¡No grites, que ya te oigo!
Y se ha hecho el silencio.
Si en ese momento el padre hubiera mirado a los ojos de su hijo, se hubiera enterado de lo que decían: ”¡No me oyes, no me oyes! Prefieres las letras gordas de papel a mi triunfo en el colegio!”
Y lentamente, sin dejar de mirar a su enemigo —el papel—, se ha retirado de espaldas hasta que ha alcanzado la puerta de su cuarto de juegos.
El chiquillo no es vengativo y olvidará pronto el desprecio de esta noche. Pero si los desaires se repiten con frecuencia, no pidáis al chico que os tenga al corriente de sus incidencias deportivas, ni mucho menos de las pequeñas curiosidades que, desde hace algún tiempo, intrigan en su imaginación. “

jueves, 15 de enero de 2009

JUAN ERA UN ALUMNO ENCANTADOR



Siempre con la sonrisa en los labios, muy cariñoso, amable, servicial… Parecía feliz ayudando a los demás, sintiéndose útil, siempre dispuesto a cualquier tarea que se le encomendara. Pero de Juan me preocupaba una enormidad el considerable atraso en su escolaridad. Primero lo achaqué a algún abandono anterior, a cualquier enfermedad que hubiera padecido y que le privó de asistencia durante algún tiempo a las clases… Tenía una bonita letra, pero una pésima ortografía y casi nulo en conceptos… Los trabajos los presentaba limpios, pulcros, cuidados, con muchas ilustraciones y dibujos, como si quisiera compensar con esto la falta de profundidad de su trabajo.
Tardé en darme cuenta de que Juan no disponía de aptitudes para el estudio al tiempo que iba notando que estaba especialmente dotado para el dibujo, la composición artística… por lo que, llegado a esta conclusión, y como siempre actuaba en estos casos, llamé a los padres para comunicarles mi descubrimiento. La frase utilizada por aquellos entonces era “su hijo no vale para los estudios, pero…”, y a continuación de los puntos suspensivos siempre añadía aquella actividad para lo que yo creía dotado al alumno.
Dije a aquellos padres que Juan podría llegar a ser un gran dibujante, que podría trabajar en alguna actividad relacionada con el dibujo. Muy resignados, porque no se figuraban a su hijo “ganándose la vida dibujando monigotes”, aceptaron de buen grado mis recomendaciones de que estimularan al chico en todo lo relacionado con el dibujo.
Dejé aquella escuela y, al cabo de los años, volví para visitar a mis ex alumnos y amigos. Al preguntar por Juan me dijeron que su familia se había trasladado a Valencia y que el chico estaba trabajando en una fábrica de cerámica en la ciudad de Manises, como dibujante. Tomé su dirección y en cuanto pude fui a visitarle. Juan se había transformado en un un apuesto joven y me contó cómo le iba… Me dijo que entró dibujando cerámica, pero que, al poco tiempo le habían ascendido a jefe de taller, por lo bien que realizaba su trabajo. Estaba ocupando un puesto de responsabilidad aquel niño al que le costaba hacer una resta “llevando”.
Lo de menos fue el que, tanto él como la familia, me mostrara su agradecimiento por los consejos que en otro tiempo les dí; fue mucho más el ver la importancia de descubrir en cada alumno sus capacidades y tratar de orientarle lo antes posible.

viernes, 9 de enero de 2009

HA LLEGADO UN ÁNGEL

Ha llegado un ángel

Corrían los últimos años de la década de los 60. Como cada día a las nueve de la mañana, en aquella escuelita a orillas del río Guadalimar, cuyo frescor y aroma tanto nos regalaba en los cálidos días del estío, me disponía a comenzar el duro trabajo de una escuela unitaria, cuando vi aparecer a un hombre curtido por el sol, con un niño de unos seis años en brazos. Al principio me extrañé, pues aquel chico, por mucho miedo que tuviera a su primer día de colegio, no era motivo para su padre lo llevara cargado.
- Aquí le traigo al Ángel, Don Pedro. Tendrá que tener paciencia con él pues, como ve usted, no puede andar; pero no se preocupe, es muy bueno y obediente. ¡Cuánto le voy a agradecer que me lo enseñe!
El resto de mis alumnos le hacían señas para llamar la atención de aquel niño que de sobra conocían:
-¡Ángel!, ¡Ángel!, siéntate aquí, a mi lado.¡Ven!
Al pequeño Ángel se le caía la cara de miedo, de vergüenza, casi se me arranca a llorar cuando el padre se marchó. Me acerqué a él, y lo acomodé al lado de aquél alumno que él mismo, con su mirada, había elegido. Cuando lo llevaba en brazos, en aquel corto trayecto, le dije al oído para que ninguno de los demás niños lo oyera:
-Ángel, tio grande, desde hoy eres mi alumno preferido y juntos nos vamos a divertir muchísimo.
Aquel niño lisiado me esbozó la primera sonrisa y comenzamos nuestra especial aventura.
Aparte de la enfermedad que le impedía caminar, el niño sufría una tremenda dislexia, y una tartamudez pronunciada, lo que le dificultaba enormente el aprendizaje. Pero Ángel era muy inteligente y, sobre todo muy trabajador, por lo que poco a poco fue avanzando en todos los órdenes. Uno de mis objetivos fue el de que no se sintiera distinto a los demás, el inculcarle que tarde o temprano, su enfermedad sería vencida y podría correr y hacer lo mismo que sus compañeros.
Jugaba de portero, en los partidillos del recreo, arrastrando sus miembros, con una agilidad prodigiosa.
Un día lo vi llegar con un aparatoso artilugio de hierro, que le mantenía las piernas separadas y con el que podía andar realizando un vaivén con las mismas. (Si me lees, amigo José María, tú que eres traumatólogo, me dirás de qué hablo, porque no recuerdo ahora mismo este mal). Lo cierto es que de portero, paso a ser defensa; de tener que ir a todos sitios a cuestas de alguien, a valerse por sus propios medios… Todo conseguido a base de su propia constancia, la de sus padres y la ayuda que entre todos le dábamos. ¡Nunca fue señalado, ni apartado, ni rechazado por su enfermedad! Al contrario, todos le queríamos mucho y es que Ángel hacía honor a su nombre y devolvía el doble del cariño que recibía.
Tuve que abandonar aquella escuelita, después de varios años en los que vi el desarrollo de aquella terrible enfermedad. Como se suele decir no daba “dos duros” por aquel jovencito… Pasados varios años volví por aquellos parajes para visitar a un familiar y, enseguida, mi sobrina me dijo:
-Tío, ¿te acuerdas de Ángel?
-¿Aquel niño que no podía andar? –le contesté.
- Sí, vive aquí al lado… se ha casado y tiene un niño precioso. Espera que le llame, se va a alegrar un montón.
Al rato apareció un joven apuesto, alto, moviéndose con toda soltura, que me dio un gran abrazo al tiempo que me decía:
- “Usted me enseñó que todo se puede alcanzar con el esfuerzo”, a lo que yo contesté:
- “Tú me enseñaste que también hay ángeles que en lugar de volar, se arrastran por el suelo sin perder la sonrisa.

sábado, 3 de enero de 2009

EL AMOR DE LOS GITANILLOS



El amor de los gitanillos

“¿Queréis saber de verdad lo que es cariño? Entonces vais a tener que aprender lo que es el amor. Y nos lo van a enseñar unos gitanillos. La historia que te contaré sirve igualmente para los hijos y para los padres. Todos necesitamos que nos recuerden lo que es amar. Esta vez nos lo van a decir unos churumbeles.

¡Mira!, ¡Ven!, ¡esa es Puerta Elvira, con sus trece almenas! ¡Pasa por ella y tuerce a la derecha! Es el mismo escenario de entonces, lleno de luz. Todo el sol de Andalucía caía por la cuesta de Alhacaba, la cuesta que sube al barrio del Albayzín de Granada.
Aquí, por la izquierda, corría este mismo regato, la misma agua. ¡Mira más arriba! De ahí, de la derecha, de ese mismo Carmen, salieron los dos gitanillos panzudos, protagonistas de este cuento, hecho carne por el amor de los chiquillos.

El más pequeño, muy contento, daba palmadas. Su pelo, ensortijado, caracolillo, le caía sobre la frente. La camisa al aire; no le cubriría más de palmo y medio. Era casi negro, un negro tirando a gris-polvo de carretera.Los pies, descalzos, sobre los guijos del camino. ¿Qué tendría? ¡No más de cinco años! El mayor si alcanzaría los diez.
Con la indumentaria de los hermanos gitanos se hubiera podido cubrir uno por completo. El pequeño llevaba media camisa; el mayor, un pantalón, que sujetaba con un tirante en forma de bandolera sobre la carne negra, de color madera denegrida.
El pequeño danzaba alrededor del mayor. Éste, el de diez años, salía despacio del Carmen de la derecha, con aire procesional, llevando sobre las manos un bote de leche blanca.
Y aquí comenzó el diálogo.

- ¡Siéntate! ¡Primero beberé yo, y después lo harás tú!

¡Si les hubiérais oído! Lo decía con aire de emperador. El chiquillo le miraba con sus dientes blancos, la boca entreabierta, jugando con la punta de la lengua.

Y yo, como un bobo, contemplando la escena.

¡Si vierais al mayor mirando de reojo al churumbel!

Llevó el bote a la boca y, haciendo ademán de beber, cerró fuertemente los labios, para que no entrara en su boca ni una gota de leche blanca.
Después, alargando el bote, decía a su hermano:
- Ahora te toca a ti ¡Sólo un poco!
Y el hermanito pequeño dio un sorbo. ¡Qué sorbo!
- ¡Ahora me toca otra vez a mí! Y repitió la escena, completamente ajeno a mis miradas bobaliconas. Llevó el bote –ya mediado- a la boca, que mantenía cerrada.
- ¡Ahora te toca a ti!
- ¡Ahora me toca a mí!
- ¡Ahora a ti!
- ¡Ahora a mí!

Y con tres, cuatro, cinco, seis sorbos, el churumbel de pelo ensortijado, panzudo, con la camisa al aire, terminó el bote.

El “ahora a ti” y “ahora a mí” me llenaron los ojos de lágrimas.

Entre risas gitanas de fondo, comencé a subir la cuesta de Alhacaba, llena de gitanillos. Mediada la cuesta, volví la cabeza. Tuve ganas de bajar y guardar el bote. ¡Aquello era un tesoro! Pero, ¡ca!,ni siquiera pude intentarlo. Entre borricos cargados de botijos corrían diez churumbeles detrás del bote, dando patadas. El bote saltaba entre los pies negros, descalzos, sucios, de color gris-polvo de carretera. También el generoso jugaba entre ellos, con la naturalidad de quien no ha hecho nada extraordinario, o -¡mejor!- con la naturalidad de quien está acostumbrado a hacer cosas extraordinarias.
(…)
El amor no conoce el tiempo como para detenerse a calcular, en medir, en comparar quién es el que da más.”
En fin, amigo, el capítulo es más extenso y ya sabemos que aquí no podemos extendernos mucho. Este texto está sacado de un viejo libro que leí por primera vez en mi juventud ( “Dios y los hijos”, de Jesús Urteaga -1960. Editorial Rialp”). Todavía se puede encontrar en las librerías. Si tienes interés en educar a tus hijos en las virtudes humanas, te vendrá muy bien su lectura.

jueves, 1 de enero de 2009

RIFIFI Y SUS HERMANOS


Rififí y sus hermanos…

Eran varios hermanos, desde el más pequeño que asistía al parvulario hasta una hermana mayor que tendría sus doce años. Asistian a otro colegio , pero venían al mío al comedor escolar, aprovechando una beca concedida por el Ayuntamiento. Si había cosas con las que podías disfrutar era ésta de ver comer a estos chavales, con ese apetito tan envidiable. Se gozaba simplemente mirando sus caritas de alegría por aquellas viandas que entraban en sus barriguitas. Creo recordar que eran cinco… Todos los días había que darles un buen “fregao” de manos y cara, porque estaban un poquito “dejados” en este aspecto, debido a su situación familiar. Siempre ocurre lo mismo: aunque las instuticiones –escuela y ayuntamiento- poníamos todo de nuestra parte no se podía evitar el influjo negativo de los padres. ¿Por qué no proliferarán las Escuelas de Padres? Creo que se atajarían muchos problemas, yendo directamente a su raíz…
Pues bien, estos padres obligaban a sus hijos para que fueran mendigando por los comercios, mal vestidos, sucios… algo que daba pena en unos niños tan pequeños con esas caritas inocentes, lastimeras… que partían los corazones. Pero claro, de pedir simplemente, a medida que se fueron haciendo mayores, pasaron a llevarse “sin permiso” lo que podían agarrar,constituyéndose en un pequeña banda de ladronzuelos, que pronto lograron ser un verdadero problema para los pequeños comerciantes.
Y , naturalmente, el colegio no iba a ser menos… Nuestro Centro contaba con unas magníficas instalaciones de Comedor, que proporcionaban una comida de calidad a más de 300 comensales, que acudían de los distintos centros que no disponían de comedor escolar. Y como es lógico, constaba de una despensa de lo más surtida y abundante,en la que se guardaban todo tipo de charcuteria, conservas, etc… Un día al entrar por la mañana al colegio, me llegaron las cocineras muy alteradas y preocupadas diciendo que habían robado la noche anterior y que se había llevado de todo… jamones,quesos, salchichones, chorizos… Antes de llamar a la policía, inspeccioné el “lugar del crimen” y descubrimos por dónde habían entrado los ladrones: una pequeña ventana, a unos dos metros del suelo, estaba forzada. Dado el tamaño de la misma, era fácil deducir que quien se introdujo era de pequeño tamaño, o sea, solo pudo ser un niño…
Inmediatamente pensé en mis amiguitos, por lo que rápidamente llamé al director del colegio en el que éstos se encontraban. Al contarle lo sucedido, me dijo: “¡Pedro, ya no me cuentes más. Han sido ellos. Porque esta mañana han venido cargados de chocolate, yogures, petit suisse,etc… y los han estado repartiendo entre los compañeros, y me estaba preguntando de dónde los habrían sacado. Espera un poco que el Jefe de Estudios y yo vamos a ir a su casa para contarlo a los padres…”
Efectivamente, mis compañeros se personaron en la casa de los niños siendo recibidos por el padre que, de buena mañana, no estaba para hacer el control de alcoholemia… Relatados los hechos, el padre montó en cólera porque no se podía dudar de la honradez de la familia y para demostrar su inocencia les llevó hasta la despensa de la casa, mientras les decía muy enfadado:
- ¡Señores, en esta casa no se necesita robar para comer, porque gracias a Dios, nos sobra de todo, y para que ustedes puedan comprobarlo miren aquí! Y les mostró una despensa llena a rebosar con todos los artículos que antes yo les había detallado y que, inequívocamente pertenecían a mi Colegio.
Inmediatamente se avisó a la policía que, como se puede imaginar, rescató parte del botín ya que el grueso ya había sido “engullido” o repartido generosamente…
Los chicos fueron creciendo y a la misma velocidad el tamaño de sus fechorías, llegando a grandes robos, incluso a bancos. Tengo noticias de que el pequeño falleció por sobredosis, y los otros andan por la cárcel… una previsible desgracia.
Una vez leído este comentario, ¿alguien podría responsabilizar concretamente a la familia, a la escuela, o al ayuntamiento de esta situación?