miércoles, 29 de abril de 2009

Palabras, palabrillas y palabrotas

Palabras, palabrillas y palabrotas(I)

Confieso que desde muy temprana edad he tenido acceso a los periódicos y los he leído. La casa de mi infancia era mitad bar, mitad vivienda familiar. Uno no sabía a veces dónde terminaba uno o empezaba el otro. De igual modo que el niño de la casa se mezclaba en los corrillos de los clientes, metiendo las narices en ocasiones en dónde no debía, como que alguno de éstos se introducían en la cocina para olisquear el guiso del día. Con frecuencia solían pedir: “Mercedes, –a mi madre- :dile a Pedro, –a mi padre- que me ponga una tapa de estas migas…¡¡que tienen una pinta!! No resultaba raro que yo olisqueara también en el ABC, Arriba, El Caso, Dígame, El Ruedo, etc, etc… creándome una culturilla adicional y un hábito que ya nunca abandoné: el de la lectura de la prensa.
Confieso que me gustaba el ABC, al que definían los mayores como monárquico, siempre sigilosamente,como si desvelaran un secreto inconfesable y exponiéndose a posibles represalias del Régimen. Yo no entendía mucho de los asuntos políticos, ni llegué a plantearme ningún problema. Me gustaba el formato, sus fotografías, las crónicas internacionales de aquellos famosos periodistas, que te informaban, te enseñaban y te hacían agradable la noticia. Las secciones de deporte y de toros constituían una delicia, sobre todo éstas últimas. ¡Quién de mi tiempo no recuerda a Don Antonio Díaz Cañabate!.
Más tarde me hice suscriptor, formando este periódico parte de mi bagaje cultural. Hoy, lo digo con pena, he dejado de comprarlo. Como dicen en mi pueblo: “Este no es mi Juan, que me lo han cambiao”
La tercera página de ABC constituía el mayor honor para un periodista, por el prestigio que representaba aparecer en ella. Sólo las mejores firmas se hacían acreedoras de publicar aquí. Todos los grandes escritores, filósofos, teólogos, políticos, etc, se disputaban este espacio. Pues bien, a lo que voy, que ya está bien de preámbulo… Uno de los agraciados,o más bien, de los que merecieron estar ahí, fue el profesor, escritor y académico de la Lengua – cuya Academia presidió durante largos años- Don Fernando Lázaro Carreter, personaje del que hemos aprendido varias generaciones de españoles. Sus “El dardo en la palabra”, que publicaba periódicamente en la Tercera de ABC, adquirieron tal fama e importancia, que han sido recogidos en sendos libros con el mismo título. Desde su publicación ocupan un lugar de honor en los estantes de mi biblioteca. Me voy a permitir, querido amigo, releérmelos e invitarte a que participes de mis reflexiones. Un abrazo.

miércoles, 15 de abril de 2009

LOS LISTILLOS

“EL LISTILLO”

En una clase suelen aparecer con asombrosa exactitud los mismos tipos de alumnos, año tras año, curso tras curso, generación tras generacion… ¿Quién no recuerda al “empollón” de la suya, al “bromista”, al “tonto”, al “matón”, al “despistado”, al “ligón”, etc, etc…? Seguro que te vienen a la memoria un montón de arquetipos más… Puede que hasta te acuerdes de su nombre, de un montón de anécdotas.
¿A qué viene, querido amigo, este preámbulo? Pues a que quiero hablarte de uno de esos tipos de alumnos: EL LISTILLO.
El listillo de la clase, de la promoción, del colegio, según fuera su ambición. Encuentro esta definición buceando en Internet:
“El listillo es un personaje que siempre ha gozado de buena aceptación en nuestro país. Es alguien que se aprovecha de la ingenuidad ajena, cuando no de la ambición, vagancia o inmoralidad de otros, para medrar, enriquecerse o hacer prosperar sus intereses. El listillo es nuestro pícaro, un personaje de sociedades pre-modernas en las que la injusticia era ley, y por eso su descaro era bien recibido, porque algunas veces algún noble, sacristán o hacendado era objeto de sus martingalas, aunque generalmente los que sufrían sus acciones eran sus iguales.”
¿Te suena que alguna de esas “cualidades” adornaran a un compañero tuyo? ¿No recuerdas al que nunca tenía la culpa de nada? ¿El que siempre se atribuía los éxitos? ¿El que echaba la culpa de todo lo malo a los demás? ¿Al más “pelota” de tu grupo, pero con una maestría que llegaba a engañar a los propios profesores, con su carita de bueno?... Si lo recuerdas bien, aquel niño no brillaba por sus notas, pero casi siempre aprobaba, dada su maestría para copiar, para que otros les hicieran los trabajos, para fabricarse las más sofisticadas “chuletas”. Un personaje capaz de pasar horas y horas estudiando… la manera de no estudiar, la forma de exprimir todo lo existente a su alrededor…
He querido llamar la atención a este fenómeno para que tomemos conciencia de la importancia de la educación. Como sea ésta, será la sociedad del futuro. Varias veces, a lo largo de mi existencia, me he llevado las manos a la cabeza al ver la noticia del nombramiento de un alto cargo. Será casualidad pero alguno de ellos era “el listillo” de mi grupo. Otras veces me lo han contado compañeros suyos. Y te contaría infinidad de anécdotas, pero esta vez te invito a que lo hagas tú. ¿Te atreves?
Te copio, querido amigo, un artículo tomado de una revista y que retrata muy acertadamente el destino de los listillos. El final de éstos suele ser casi el mismo. Tómate unos minutos y léelo."En España, los listos y listillos que destacan en alguna profesión son siempre inicialmente alabados, pero cuando las cosas se les tuercen porque se pasan de listos todo el mundo les rechaza y nadie recuerda haberles adorado. Ejemplos tenemos varios en nuestra reciente democracia. Aún recuerdo como se hablaba de aquel Alcalde sin escrúpulos de un municipio de la Costa del Sol, que había llegado a su consistorio a través de un club de fútbol. Todo eran parabienes, salía en la televisión diariamente, se le invitaba a dar conferencias, era un ejemplo para los munícipes que querían limpiar y hacer prósperas sus localidades. Incluso una diputada socialista muy cercana a Felipe González se declaraba públicamente a su favor. Otro podría ser aquel banquero sin escrúpulos, brillante alumno en la Universidad de Deusto, convertido en Dios para estudiantes, periodistas económicos, políticos “con visión”, organizadores de jornadas, especuladores afines, etc. Los discípulos del uno han acabado en la cárcel o entre juicios y programas rosas de la mano de una tonadillera; el otro también acabó en la cárcel y sin presidencia de banco desde un día de inocentes, y ahora nadie recuerda haberles aplaudido a pesar de lo inmensamente hábiles y listos que fueron en su ascenso. Hoy tenemos otro personaje, que es Ministro y sobre el que todo el mundo dice que es muy listo y que ha demostrado que no tiene ningún escrúpulo. Lo mismo defiende el ojo por ojo, que pide poner la otra mejilla o que violenta una jornada de reflexión. Todas sus frases son tenidas por muy ocurrentes y más de un político, no sólo de su partido, se quiere parecer a él de la misma manera que algunos alcaldes se querían parecer a Gil o de algunos "tiburones" a Conde. El tiempo coloca a todo el mundo en su sitio porque los listos suelen acabar pasándose de listos. El problema es que se suelen acabar pagando a escote los desaguisados de los listillos, y en esta ocasión puede que el precio, con lo que esta en juego, sea demasiado alto."