viernes, 27 de febrero de 2009

EL NIÑO Y EL VIEJO


El niño y el viejo

A lo largo de mi vida profesional y personal, habré contado la siguiente historia cientos de veces. Lo hice cuando quería hablar de generosidad, de almas limpias, en contraposición a las cosas sucias, a las viejas pasiones, a las venganzas. Para entender este cuento tendrás que cerrar los ojos y hacerte niño por unos minutos… porque sólo los niños se enamoran de las cosas de cada día y por eso gustan de la luz.

“Érase una vez un niño que tenía por juguete un angel bueno y por compañero un hombre malo.
El niño y el hombre se encontraban en una habitación grande de un viejo hospital. El niño, con su ángel bueno, en una cama blanca, junto a la ventana. El hombre, en la otra cama, suficientemente cerca para poderle hablar, suficientemente lejos para no poder curiosear por la ventana.
El hombre malo no sé qué enfermedad tiene que no puede levantarse. El niño amigo del ángel no sé lo que padece que requiere cuidados durante la noche.
Cuanto más bueno es el niño, más odios se encienden en el corazón del compañero. El niño habla de jardines; y de ensueños, de hombres y de chiquillos, de calles y de plazas, de todo cuanto ve por la ventana. A veces interrumpe su charla porque sufre fuertes ahogos; entonces agita la campanilla... y unas batas blancas que entran como alocadas, con un no sé qué, calman sus dolores de muerte. Y de nuevo, en cuanto puede, mirando por la ventana, continúa contando cosas de las nubes y de las flores. del color del cielo, del color del día, del color de las estrellas, del color de la noche. Una gran envidia, una mala pasión crece en el corazón del hombre malo que no quiere escuchar al niño, porque desea la ventana! Todo lo demás le aburre, le cansa. le agota, desea sólo la ventana! La imaginación sucia le empuja a ver cosas que el niño con ojos limpios no aprecia. Tal vez el niño ha adivinado sus locas pasiones porque hoy le ha hablado, como nunca, del sol, de sombras y de luces. El hombre malo se ha enfurecido: - Cállate! Y el chiquillo con la voz de su ángel: - Quieres que cambiemos de cama? Al perverso le hace daño la generosidad del niño. Y el niño, para alegrarle la vida, cuenta que te cuenta lo que ve por la ventana: - Huy!!; qué rojo está el cielo. Y ese cielo rojo —que todo era cariño— enfureció como nunca al malvado. Aquella noche, cuando el chiquillo, como todos los días, llamaba a las estrellas cuando éstas asomaban sus espadas en el cielo, llegaron los ahogos mortales de siempre.El niño alarga su brazo para coger la campanilla... y no la encuentra. Después de un suspiro agotador, con muecas de dolor, palpa otra vez la mesilla.., y no halla nada en ella. Con gran esfuerzo se incorpora..., y clava sus ojos blancos en la mano negra del hombre que retiene la campanilla. — ¡Toca, toca !.. ¡pronto! ¡Toca ! -chilla como puede el chiquillo—, ¡toca la campanilla!, ¡me ahogo! ¡ Toca, toca! ¡ Sé bueno !Los ojos, casí muertos del niño contemplaron por última vez, en las manos duras de su compañero, una campanilla muda con una lágrima grande por badajo.
A la mañana siguiente las batas blancas entraron como de costumbre, y encontraron al hombre dormido y al chiqullo: ¡ muerto! Y la campanilla, fría y muda, sobre la mesilla. Se llevaron el cadáver del niño que tenía por juguete un ángel bueno. Y cambiaron de cama al hombre malo: junto a la ventana. Y esto es lo que vieron — con rabia— sus ojos: un paredón y un tejado, ¡eso sólo!, un gran paredón con grietas verdes y, en lo alto, un sucio tejado con tejas viejas, rotas, rojas, hechas de sangre. “(Jesús Urteaga, “Dios y los hijos”, 1961)

miércoles, 25 de febrero de 2009

¡YA VALE!


¡Ya vale!

Es importante, querido amigo, enseñar a nuestros alumnos o hijos, a terminar las cosas bien. En las carreteras de muchas almas encontramos la señal de “firme provisional” por los siglos de los siglos.
En los años 50, 60 y aún más existía en cada clase un cuarderno llamado “Cuaderno de Rotación” en el que se recogían todas las actividades del día, de todas y cada una de las asignaturas. Cada día debía ser realizado por un alumno distinto, de manera que toda la clase participara en su confección. Los objetivos eran varios, pero yo destaco el que los alumnos se esmeraran para que su trabajo fuese limpio, vistoso, aseado… de modo que, al ser observado por su maestro y compañeros, fuesen dignos de ser alabados. Era como dejar el sello de su trabajo, un pedacito de su personalidad… Se cuidaba mucho la letra, los rótulos, las ilustraciones… El alumno no tenía prisa por terminar y sí una gran ilusión por hacer el trabajo bien hecho. No sé por qué esta práctica se ha perdido…
“El ‘ya vale’ es la antítesis de la perfección. El ‘ya vale’ es, por definición, dejar las cosas sin terminar. El ‘yavalismo’ es la plaga que destroza la cosecha de las obras bien hechas”(J.U)
Hay muchos alumnos que practican el “yavalismo”. Unas veces, consigo mismos, cuando ante la realización de un trabajo se dicen:
-Bueno, esto ya está como para un suficiente o un bien… así que “ya vale”
Y dejan la obra inacabada, imperfecta.
En otras ocasiones,se manifiesta el “yavalismo” cuando el educador pone tareas , trabajos, etc… Entonces no es uno, sino toda la clase la que pronuncia las palabras mágicas… ¡YA VALEEEE!. También ante unas indicaciones de profesores o padres, explicándoles o exigiéndoles el cumplimiento de ciertas normas, la frase “¡ya vale!” es pronunciada incluso con indignación y rabia, como si se les estuviese condenando a cadena perpetua…
En resumen, hay que hacer el trabajo, pero además hay que hacerlo bien, lo más perfecto posible y, sobre todo, hay que terminarlo.

martes, 17 de febrero de 2009

LA LABORIOSIDAD


La laboriosidad

Mira amigo: el ser humano tiende siempre a la ley del mínimo esfuerzo si no hay fuerza que se oponga a ella. En la educación, la tendencia actual de facilitar al máximo la consecución de sus objetivos –que tiene gracia que se denominen “objetivos mínimos” -, la promoción automática de curso, la supresión de pruebas, exámenes, etc… nos ha llevado, o falta poco para que nos lleve, al estado de que sean los alumnos los que marquen el ritmo al profesor y no al contrario.
En la comida familiar de los domingos, una de mis hijas, profesora en un instituto, me comentaba que vio venir por uno de los pasillos del mismo, a un grupo de alumnos, altamente malhumorados. Les preguntó la causa y le contestaron que una profesora de sociales, les había puesto para estudiar para un control, nada más y nada menos que ¡diez preguntas! ¿Quién va a ser capaz de memorizar tal “cantidad” de materia? No le valió a mi hija comentarles que no hace tanto que ella tenía que examinarse no de diez preguntas, sino de diez o más temas…
¿No será que se está perdiendo una virtud muy necesaria en esta etapa de la vida? Me refiero a la LABORIOSIDAD,
“La laboriosidad es la virtud del que se empeña en un trabajo bien hecho. Exige constancia, imaginación, paciencia. A veces hay que trabajar mucho, a veces años y décadas, antes de ver el “fruto del trabajo”. Una sociedad sana y una nación grande están hechas de hombres y mujeres que viven la laboriosidad.”
Siempre que me he tropezado con un alumno perezoso, de esos que parece que “han nacido cansados”, he tenido que realizar el mismo razonamiento: “Mira, chico, tu trabajo, tu obligación, la manera de ganarte tu sustento, es estudiar, hacer tus deberes, obedecer, participar en la clase, y seguir la marcha de la clase, lo mismo que hacen tus compañeros. Esto es lo que tus padres hacen cuando trabajan, para que tú y toda la familia podáis vivir y tener alimento, casa, comodidades, etc. etc. Tu padre no puede decir: “¡hoy no voy a trabajar, porque no tengo ganas!” porque perdería su trabajo y por tanto tú, te quedarías sin comer… Bueno, el rollo es más o menos largo según el alumno te entienda o no, pero lo importante es que el alumno entienda el concepto del trabajo y que, poco a poco, entienda igualmente que es preciso trabajar mucho y bien, por dos razones: por el bien común y por el bien individual.
El hombre debe hacer las cosas cada vez más perfectas, contribuyendo así al progreso humano. El niño debe entender que con “chapuzas” no tendríamos tantos adelantos y comodidades. Al mismo tiempo debe perfeccionarse a sí mismo en el trabajo, lo que redundará, a la larga, en su propio beneficio.
El trabajo serio, honrado, ordenado, hecho a conciencia, dignifica a la persona.
Las desganas, las vacilaciones, las perezas, las dilaciones, los desánimos, son los tropiezos más comunes para conseguir el objetivo de la laboriosidad.Una vez te tengo que recomendar, querido amigo, que, para inculcar la virtud de la laboriosidad hay un método seguro: el ejemplo. Infalible si lo quieres contagiar a tus alumnos o hijos.

jueves, 12 de febrero de 2009

La amistad


La amistad

En el repaso a ciertos aspectos de mi vida, que no de todos –por el momento-, he dejado al margen uno de los más importantes de nuestra existencia:
LA AMISTAD, los amigos. Como sabes, querido lector y amigo, todo lo que cuento siempre ronda por la senda de la educación. Déjame, por un momento, que camine paralelo a este propósito, para hablarte de mis amigos que, al fin y al cabo, es como hablar de tus amigos, de nuestros amigos…
Andalucía, una parte de España en la que nací, tiende a hacer de cualquier suceso o acontecimiento, una copla, una canción. Así, el suceso alegre se convierte en jubiloso y el suceso triste se despoja de todo aspecto negativo y se reviste de sana alegría. Andalucía, mi tierra, tiene un canto popular, depositario de la sabiduría del pueblo llano: “las sevillanas”. Y una de ellas nos dice:
“Algo se muere en el alma,
cuando un amigo se va.


Cuando un amigo se va
va dejando una huella
que no se puede borrar
No te vayas todavía
no te vayas por favor
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Un pañuelo de silencio
a la hora de partir
porque hay palabras que hieren
y no se deben decir,
El barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar
y cuando se va perdiendo
¡que grande es la soledad!
Ese vacío que deja el amigo que se va
es como un pozo sin fondo
que no se vuelve a llenar”

Ya habrás adivinado que te voy a hablar de los amigos que nos han dejado. Es cierta la canción cuando dice que “algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”, porque los amigos tienen en nuestro corazón, en nuestra existencia, un lugar privilegiado, un hueco, una parcela, que será casi irremplazable cuando nos dejen. Creo que fue Ortega y Gasset el que dijo : “Yo soy yo y mis circunstancias”, y yo me atrevo a parafrasear al gran pensador asegurando que “Yo soy yo y mis amigos”. El refranero, siempre sabio, sentencia que “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
En época reciente he sufrido la pérdida de grandes amigos. Espero que, desde donde se encuentren, puedan leer este blog y comprueben que el hueco que dejaron “no se ha vuelto a llenar”, aunque no está vacío, sino lleno de recuerdos que, con el tiempo, han adquirido valor y solera. Te lo iré contando, querido amigo, en las próximas entradas.

viernes, 6 de febrero de 2009

SOLO ANTE EL PELIGRO


Hay que procurar, ante la posible resistencia al trabajo por parte del alumno, que tienda a dominar con reciedumbre su natural tendencia al mínimo esfuerzo. Si hoy no aprenden a dominarse en la batalla dura del aprendizaje, los veréis mañana convertidos en unos pobres guiñapos: sin fuerza, sin autoridad, a merced de todas la olas, de caída en caída, de fracaso en fracaso.
No tratemos de asegurar a nuestros alumnos una vida fácil. Hay que decirles bien claro, y que lo entiendan, que la vida no es fácil, que habrá que luchar, en ocasiones muy duro, y que, por tanto hay que templarse con el esfuerzo. Acostumbrarles a querer más que a desear.
“Si el hombre no hubiera tenido que luchar contra el frío –dice Chevrot-, todavía habitaría en las cavernas”
Y todo esto con mucho amor. Dejemos los mimos para las mamaítas en casa…

Solo ante el peligro (High Noon) es uno de los mejores westerns de la historia del cine, si no el mejor. Aunque ciertamente es un western atípico, carente de escenas de acción, sin tribus de indios, o vistas panorámicas al estilo de Monument Valley... La película cuenta la historia de un solitario y noble sheriff, abandonado por los ciudadanos del pueblo que ha jurado proteger ante la inminente llegada de un grupo de bandidos. Llegan en el próximo tren sedientos de vengarse del marshall que les puso entre rejas... El sheriff Kane, orgulloso y fiel a su obligación, decide plantarles cara a pesar de la insistencia de su joven esposa y de todos sus conciudadanos que le sugieren que huya. «Cariño, he estado pensando, me están haciendo huir. Yo jamás he huido de nadie...»

Me ha sugerido la presente entrada uno de lo comentarios a la anterior “¡Guerra a la comodidad!”, que dice así:
” Estoy de acuerdo. Sin embargo es dificil luchar contra todo un entorno donde se valora más saber discutir en público -como por ejemplo los programa de debate rosa -que sacar buenas notas o tener buenos argumentos. No toda la culpa la tenemos los padres.”
De aquí podemos entresacar esto:
- Que es dificil luchar contra el entorno socio-cultural.
- Que hoy día no se valora tanto la valía personal, la inteligencia, sino la verborrea, el ir a favor de las corrientes de la progresía, del falso avance de los tiempos, que hay que estar en contra de todo lo establecido… etc. En una palabra, toma tu barca y rema a favor de corriente.
- Que los padres no son responsables… etc.
Quiero pensar que muchos de nuestros educadores, padres o maestros por un momento se sienten en el papel de Gary Cooper, abandonado por todos, que le aconsejan huir, “salvar el pellejo”. Todo menos “cumplir y hacer cumplir la ley”. Hay muchos padres, como el del comentario, que sabe muy bien cuál es su deber, pero teme que las dificultades puedan más que su buena voluntad.
Para todos aquellos que todavía piensen que hay remedio para sus hijos, sus educandos, te copio algunas recomendaciones que puedes ir poniendo en práctica, si no es que ya no lo haces.
- Cuando les veáis sufrir no os ablandéis. No les mintais cuando le llevéis al médico. No tengáis miedo a pedirles esfuerzos. Fiaos de su reciedumbre. Estimulad ese heroísmo latente que vive en el alma de todo muchacho.
- Exigirles, para una educación viril, algo como esto:
- Hora en punto para levantarse.
- Hora en punto para acostarse.
- Mas ducha fría que baño caliente, para lavarse.
- Si el chico no está enfermo, come de lo que se pone en la mesa, sin contemplaciones.
- No se sirven desayunos no lecturas en la cama.
- 36,8º es una “fiebre” apta para menores en la escuela
- Sobran en la cama toda clase de botellas calientes.
- No sirvas a los niños lo que pueden servirse por sí mismos.
- Los medios de locomoción para ir al colegio son los pies, el metro, el autobús, el tranvía; a lo sumo, la bicicleta; pero nunca el coche de papá o mamá porque el niño llega tarde.
- Enséñale a terminar bien las cosas. Es un aprendizaje costoso, posiblemente un arte de los más difíciles de practicar.
- Y… échales a nadar donde no haga falta un hombre-rana para sacarlos; pero échalo a nadar. (J.U.)
Ante éstas y otras orientaciones que seguro tú ya tienes en mente y en práctica, vas a tener enfrente a los que quieren liquidarte, como al bueno de Gary Cooper: la tele, la sociedad, la mujer, la suegra, los abuelos, los tíos… Y te vas a tener que oír cosas como éstas:
-¡El niño no tiene por qué pasar frío en el autobús! Tu lo llevas camino del trabajo.
-Pobrecito, tiene casi 37 de fiebre…¡hoy que se quede en casa!
-Mamá, ¿me alcanzas la sal? –Si , cariño, yo me levanto…
-¿No ves que el niño está cansado? Déjalo, ya terminará mañana…
etc. etc. etc.
¡Libertad! ¡Señorío! ¡Dominio de sí mismo! ¡Disciplina! ¡Voluntad! Si lo que pretendemos es hacer de tus hijos unos hombres con sentido de la responsabilidad, convéncete de que necesitan mucha más libertad, capacidad de deliberación, decisión y voluntad fuerte para ejecutarlo.
Animo , amigo Gary, no estás solo. Somos muchos los que queremos “salvar al pueblo de los desalmados y forajidos”.