jueves, 5 de marzo de 2009

FUI UN NEGADO PARA LAS MATEMÁTICAS


Fui un negado para las Matemáticas

Desde muy pequeño siempre me han gustado las Ciencias, especialmente las Matemáticas, y he tenido una especial inclinación por la Literatura. De ahí, que mi vida profesional haya sido influida por las primeras y mis aficiones por la segunda. Después de unos años dedicado a la clase unitaria y de primaria, pasé a dar clase en lo que se llamó Segunda Etapa y más recientemente Ciclo Superior. Entre dos o tres profesores, según necesidades, nos hicimos cargo de las Matemáticas y Ciencias Naturales de los nueve cursos –más o menos- que solían formarse en el Colegio.
He de reconocer que durante algún tiempo yo fui “un negado para las Matemáticas”, como tanta gente suele decir al oír el nombre de esta materia. Sí que aprendía en mi etapa primaria las operaciones básicas –las cuatro reglas famosas- , incluso a operar con fracciones, efectuar raíces cuadradas, etc… pero cuando llegaron los problemas -¡nunca mejor dicho-, quiero decir, cuando hubo que profundizar en el Bachiller sobre Teoremas, Leyes, demostraciones, en suma, cuando llegó la abstracción yo patinaba como cualquier hijo de vecino, y se me venía cuesta arriba la comprensión de la materia. Los libros no explicaban mucho, los profesores se limitaban a repetir lo que decían los libros… hasta que tuve la suerte de dar con una profesora que, además de conocer la materia, sabía cómo enseñarla. Fue entonces cuando empecé a amar las Ciencias, en particular, y todas las demás asignaturas en general. Más tarde llegué a la conclusión de que un buen profesor lo es todo; mucho más que el temario, que los planes de enseñanza, que el Ministro de turno… ¿Alguno de vosotros recuerda qué decía el temario en aquellos tiempos? Seguro que no, pero sí que recordaréis cuál fue aquel profesor que os ayudó tanto en tal o cual asignatura.
Como he pasado por tantos planes de estudios puedo asegurar que en ninguno de ellos se ha tenido en cuenta el papel del profesorado. Para mí es fundamental formar a buenos profesores para que éstos formen buenos alumnos; dotarles de los medios necesarios para desarrollar su labor, fomentar la dignidad y el respeto a los mismos, y de ahí, ascendiendo, construir colegios dignos y modernos y dotar a toda la enseñanza de una Ley acorde a las necesidades del país y del tiempo en que vivimos.

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