jueves, 18 de septiembre de 2008

Los profesores


Los profesores
Querido amigo: Hoy día se habla, refieriéndose a la educación en los colegios, de los planes de estudios, del ideario del centro, de las instalaciones, de las clases extraescolares…¡ qué se yo!, de todo menos de lo esencial, y te lo dice tu amigo que, durante cuarenta años ha sido maestro de escuela –que así me gusta que me llamen-. En aquellos tiempos no se preguntaba: “¿ A qué colegio vas?”, sino: “¿Quién es tu maestro?”, porque, mi buen amigo, la figura del maestro era básica, fundamental… sin maestro no había escuela. Con maestro, cualquier lugar servía de escuela y la educación, los conocimientos, ¡todo!, fluía alrededor del alumno y lo empapaba. Se lo hemos oído decir a nuestros mayores: “Mi maestro se llamaba Don……… “ y te cuentan miles de anécdotas de él, pero, sobre todo, no falta nunca el agradecimiento a aquellos desvelos, a los conocimientos recibidos, a los consejos, a sus máximas… Hoy día tu hijo te habla de su "profe de Cono” –Conocimiento del Medio-, de "Reli", de "Mates", de su "seño de Inglés", de Gimnasia, de la "profe de Musi"… Hoy no tienen maestros: tienen "profes"… Y ya me contarás que queda en un pequeño de seis años después de que, durante las horas de clase, hayan pasado cuatro o cinco profesores distintos. ¡Y cambiando cada curso los mismos! No te voy a decir que un solo maestro es mejor que tantos, que la enseñanza de antes era mejor que la de ahora, que antes se tenían menos medios pero que los niños aprendían más… No. Pero sí quiero hablarte de la figura de aquel maestro que te cogía pequeñito y te soltaba ya adolescente, habiendo sido tu profesor de todo, tu ejemplo, tu amigo, tu padre… y todo eso contando solamente con el reconocimiento de la sociedad, para la que el maestro era una figura respetable y respetada, aunque no en lo económico, que de esos tiempos viene la frase:”Pasas más hambre que un maestro de escuela”.Don Nicolás, Don Florencio, Don Ignacio, Don Juan José, Don Manuel (Kai-Kai), Don José Luque… Doña Rosario, Doña Encarna, Doña Julia, Doña Juanita, Doña Mari Pepa, Doña Pura… Cada uno era una institución, un modelo, un espejo en que se miraban sus alumnos. El maestro con el que más tiempo estuve en estos primeros años fue con Don Florencio Ruiz García, todo un ejemplo y un modelo para mí a lo largo de gran parte de mi vida, pues ha sido una persona –que en gloria lo tenga el Altísimo- que ha influido, no sólo en mi formación y educación, sino en gran parte de los ámbitos que tiene la vida. Creo haber heredado su amor por las Matemáticas, por el trabajo bien hecho, acabado, perfecto, su amor a su pueblo, y , sobre todo, a la patrona de éste La Virgen de la Estrella… En fin, ¡qué te voy a contar!, necesitaría un blog sólo para él. Más adelante, según avance este blog, mi querido maestro saldrá a relucir muchas veces, ya verás…Por las tardes era costumbre asistir a clases particulares que impartían algunos de los profesores, preparando, además de los estudios de bachiller, clases de repaso para todo tipo de niños. Yo asistí a las clases de Don Nicolás, y te voy a contar, para terminar este capítulo, lo que este hombre hizo por mí…La situación económica de mi casa no era boyante, se ganaba poco y eran muchas las bocas que alimentar. Mis hermanos mayores tenían que hacer otros trabajos para ayudar en casa, empleándose en las fábricas de aceite, yendo a la recolección de la aceituna, etc. Y yo, casi en mis once o doce años, a punto de dejar la escuela para incorporarme a cualquier labor que se me encomendara… Pues bien, Don Nicolás, que había notado que yo tenía cualidades para el estudio, cada día se acercaba al bar de mi padre, pedía una copa de vino y le machacaba : “¡Pedro!, tu hijo vale, es una pena que no estudie, porque puede sacar una buena carrera. Tienes que hacer un esfuerzo…” Me puedo imaginar la cara que ponía mi padre, entre impotente y lastimera, contestando: “Es imposible, Don Nicolas, nosotros no tenemos medios…” Así continuó largo tiempo, a diario, con su copita de vino y su continuo sonsonete recordatorio…”Pedro, tu hijo vale…” . Al final, un día le convenció porque el Ayuntamiento había ofertado unas pequeñas ayudas para el estudio y mi maestro logró que me adjudicasen una a mí. Mi padre accedió y, con grandes sacrificios, se logró que yo pudiese estudiar la carrera de Magisterio, por enseñanza libre, continuando mi formación con tan maravillosos maestros. Ah! Pero lo que me dejó de piedra fue lo siguiente: Comentando todo esto con Don Nicolás, muchos años más tarde, en una conversación en la que yo, ya maestro, le manifestaba mi agradecimiento, éste, con una naturalidad envidiable me dijo: “Pedro, lo que no sabía tu padre era que A MI NO ME GUSTABA EL VINO”

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