martes, 25 de noviembre de 2008

El congreso de los diputados


El congreso de los diputados

Recién llegado al Centro fueron muchas las cosas que me llamaron la atención tanto en sentido positivo como negativo. Como todo en la vida, tiene que haber bueno y malo, aunque el ideal que tú te has forjado te lleva a pensar que las cosas han de funcionar bien, y si no lo hacen, hay que poner los medios para funcionen. Y es aquí en donde se presentan los conflictos, pues no todo el mundo ve los problemas a través del mismo prisma. Es más, a partir de 1975 –muerte de Franco e inicio del proceso democrático- todo el mundo se creyó en la posesión de la verdad absoluta y pretendió imponer sus opiniones por encima de todo y de todos. Los partidos políticos utilizaron los colegios para sus propios fines a través de las asociaciones de padres, que ya funcionaban tímidamente durante la dictadura. Era un medio para darse a conocer y para ir, de alguna manera, influyendo en la sociedad a través del barrio, del pueblo. En aquellos tiempos crearon más problemas que beneficios.
Uno de los órganos del colegio que me llamó la atención fue el Claustro de Profesores, algo así como un Minicongreso de los Diputados, en el que hay un presidente –el director del centro-, una mesa –Jefe de Estudios, Secretario, Jefes de Departamentos- y el conjunto de los profesores, que, al igual que en nuestro supremo órgano legislativo, está compuesto por las distintas tendencias-llamésmole político-administravas-, constituyendo, en muchas ocasiones, un auténtico “gallinero”, en el que se hace imposible llegar a un acuerdo en muchas de las deliberaciones. Bien, pues yo, el primer día quedé alucinado por la gran organización que se respiraba: cada profesor recibía un dossier con la programación del centro, los objetivos, los distintos planes extraescolares, etc… Yo me dije: ¡Esto es la gloria, aquí voy a trabajar yo encantadisimo! Al poco tiempo me dí cuenta de que todo no era jáuja y que había que despabilar para que nada interfiriera en tu manera de concebir el trabajo en clase.
Aparte de esa dirección y mesa de los diputados apuntada, se encontraba el partido del gobierno, o sea, “los pelotas”, los que siempre decían “amén, amén” a todas las propuestas “oficiales”. También la oposición, o sea, ese grupo compuesto por los inconformistas, generalmente autodefinidos como intelectuales –yo les catalogaba de “listillos”- que echaban mano a “la Ley”, siempre y cuando les era favorable, claro está. Los partidos “minoritarios” los formaban dos o tres compañeros –lo siento, pero generalmente profesoras- que se pasaban todo el claustro charlando de sus “cosillas” sin parecer importarles lo que allí se cocía… El “grupo mixto” lo constituía algún profesor, generalmente mayor, a punto de jubilarse, que se pasaba el tiempo dormitando pero que, en el momento de cualquier votación, cuando le despertábamos para votar, solía soltar la misma frase: ¡Yo voto en contra!; otro se pasaba el claustro leyendo un libro, o corrigiendo; otros llegaban siempre tarde… en fin: todo UN CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.

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