domingo, 28 de diciembre de 2008

¿CÓMO ERAN LOS BOTELLONES EN MI JUVENTUD?


Para terminar antes, hay que decir que no existía esa necesidad. En los pueblos la juventud se conocía sin ser obligadas las reuniones de fin de semana, ni nada por el estilo. Los jóvenes habían asistido al mismo colegio, vivían a diario el contacto, al menos “visual”, en los paseos de la calle mayor, participaban en las fiestas populares, de vez en cuando, con motivo de santos o cumpleaños, se organizaban pequeñas fiestas en la casa de algunos, con el permiso y “supervisión” de la familia –eran los típicos “guateques”, que proliferaban más en las ciudades-, etc. El objetivo principal era el de “buscar novia”, que a nadie o casi a nadie, le pasaba por la cabeza el conseguir un “plan”, sino pasárselo divertido, bailar –si te dejaban- y tomar algunos de aquellos refrescos que ya las madres preparaban. ¡Hombre!, algunas trampas se hacían, pero no pasaban de simples anécdotas…

¿Beber,fumar? Una y otra cosa siempre se hacía a escondidas de los mayores, cuya autoridad era casi tanta o más que la de los padres, puesto que éstos siempre se fiaban más de la persona que le contaba alguna “fechoría” de sus hijos que de ellos mismos. La juventud – por lo menos hasta los 18 años- no entraba a los bares entre otras cosas, porque no les iban a servir nada, y menos si era conocido… Y fumar, siempre a escondidas, porque si te veía algún conocido ya se te podías ir preparando al llegar a casa…
Beber o fumar era algo que se conseguía con más o menos libertad con la mayoría de edad. Beber o fumar o ambas cosas, eran signos de hombría, de madurez y, por el contrario, era algo mal visto en las mujeres. Para ellas, fumar era muy poco femenino y la que se atrevía a hacerlo corría el riesgo de que la llamaran “marimacho” o algún calificativo mucho peor, e igual sucedía con la bebida, que debía limitarse al consabido refresco.
La “mayoría” de edad, cuyo punto culminante se establecía al volver de la “mili” –en donde se afirmaba que nos hacíamos hombres-, llevaba a los jóvenes a estabilizarse en un trabajo y formar una familia, con lo que, como puede adivinarse, se acababan las “juergas” y correrías nocturnas, ya que el trabajo y los bebés, no dejaban lugar a ello; también porque estaba mal visto que un casado/a apareciese por algún “sarao”, simplemente para tomar una copita. Y , bueno, de la droga no hablo porque prácticamente no existía, estaba penada, y a nadie se le pasaba por la cabeza ni siquiera probar…la “cultura del porro” llegó con la democracia.
O sea, que la “cultura del botellón” brillaba por su ausencia. ¡Que pena! La de cosas que no aprendimos los de aquellas generaciones. Por ejemplo:
- Nuestro hígado no tuvo ocasión de cargarse de alcohol y la única frase alusiva al tema era: “Hoy he trabajado hasta echar “los higados”.
- Nuestros pulmones no sabían lo que era eso de la nicotina, y podías correr detrás de las perdices, hasta cansarlas, subirte a los árboles en busca de nidos, jugar dos o tres partidos de fútbol al día…
- Para “alucinar”, pues tenías en el cine a Brigitte Bardot, Sofía Loren, Silvana Mangano, Rita Hayworth… De verdad, se te ponían los ojos como platos, y sin un humo… plenamente consciente.
- No teníamos “móvil” pero había que “moverse” bastante para pasar los msg´s. “¡Oye, avisa a los de la panda que esta tarde a las cuatro nos vemos en el “Peñón de la Zorra”! (Lugar geográfíco de mi pueblo, testigo de numerosas aventuras – no confundir con el sinónimo figurado de “zorra”-)
- No teníamos “pasta”, pero seguro que entre los de la panda nos daba para reunir unas pesetillas para medio litro de vino peleón y un puñado de abellanas… o, en algunas ocasiones, para una gaseosa de litro, de la que un amigo mío decía: “¡No emborracha, pero te riza el pelo!”
Bueno, bueno… la verdad es que eran otros tiempos y ya sabes, querido amigo, que no me gusta comparar. Lo que sí me gustaría es que, entre todos, y si tú me ayudas, podamos analizar un poco este fenómeno del botellón y las consecuencias educativas que podamos extraer. Cuento contigo para un próximo capítulo… Un abrazo, Pedro.

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