miércoles, 10 de diciembre de 2008

EL VALOR DE LA SONRISA


El valor de la sonrisa

Tendrías que ser muy mayor, querido amigo, para recordar una serie de los primeros años de TVE. Se titulaba “Siempre alegres”, dirigida y presentada por Jesús Urteaga. La acción transcurría en una clase de alumnos,que servía de motivo para desarrollar, cada semana, un tema relacionado con virtudes humanas. La fortaleza, la sinceridad, el compañerismo, la honradez, etc… y, como una luz que iluminaba todo, la alegría. Por eso, el lema del programa era “Siempre alegres para hacer felices a los demás”. En mis años de adolescente, casi hice un lema de aquella frase y empecé a aplicarla a mi vida, a mi entorno, mis amigos, mi familia, mi trabajo. Pensé que sonreír no costaba trabajo y sin embargo producía en mi y en los demás notables efectos.
Si te acercas a un bebé desconocido con una sonrisa en los labios casi seguro que te recibirá con otra sonrisa aún más generosa. Igual sucede ante cualquier persona, a la que saludas con tu sonrisa, tanto en la vida social, como en tu trabajo, porque tu alegría casi es un arma que te va abriendo camino, que te rompe el hielo en los demás, que les da confianza… Así sucede con los hijos, con los alumnos. Esta convicción me ha allanado muchos caminos tortuosos, difíciles, a veces inaccesibles… porque muchos alumnos estaban como estigmatizados por la violencia, por el castigo, por los modos serios y represivos. Me producía una gran pena cuando al acercarme por primera vez a algún alumno recien llegado, me inclinaba ante él con un gesto amable y su reacción primera, ante mi proximidad, era protegerse la cara con sus manos, como si yo fuera a pegarle. ¡Dios mío! –pensaba-, ¡cuántos palos habrá recibido el pobre muchacho!, a veces, desgraciadamente, de los propios padres, pues ese gesto lo repetía ante ellos en alguna entrevista.
Hay que saber sonreír, sobre todo ante los chicos, para que vean que en la vida,en el trabajo diario, no hay que poner “cara de perro” para hacer las cosas bien, que son más llevaderas cuando se hacen con alegría, que no quiere decir alegremente… Igual en las cosas divertidas que en las serias. Por ejemplo, después de una regañina, de una trastada, el efecto de la moderación y de la sonrisa es de gran efectividad: rompe la tensión, relaja los ánimos, incluso conculca una cierta complicidad… ¡Qué pena! ¡Cuantas veces he oído a un chico, ante un padre que ha venido a protestar airado la misma frase! :”Padre,por favor, no te pongas nervioso”. Sonreír es decirle a alguien que estás aquí, que estás con él, que le importas, que lo quieres… que su problema es también tuyo, y que quieres ayudarle.
Tenía yo la costumbre de ir cantando al subir las escaleras del colegio, por los pasillos, siempre, claro está, que no tuviera una obligación en que esto no me fuera posible… y más de un alumno me pregutaba: “¿ Profe, y usted por qué canta siempre?” A lo que yo, invariablemente, contestaba: “Porque a final de mes me pagan lo mismo”.

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