domingo, 14 de diciembre de 2008

HÁBLALES DEL AMOR


Háblales del amor

Cuando se introdujo en el curriculum la hora obligatoria de “tutoría” hubo bastante desconcierto de cómo utilizar este espacio semanal, ya que las orientaciones eran bastante confusas al respecto. Cada maestrillo decidió aplicar su librillo y no me voy a poner ahora a analizarlo. Quiero contarte para lo que yo aproveché este espacio. Pero antes te recuerdo que yo, y muchos como yo, entendíamos la tutoría como un contacto personal e individual con los alumnos para resolver sus problemas, tratar de aconsejar, reconducir, hacer ver, etc…
Sin abandonar esta práctica, que considero imprescindible para toda educador que se precie, puse en marcha algunas ideas en aquella hora de clase semanal, con alumnos de mi tutoría. Una de ellas fue la de colocar en el aula una caja, a la que denominamos “Buzón de preguntas”. Durante la semana, los alumnos las iban depositando ahí, esperando a que fuesen abiertas, resueltas y discutidas en la hora de tutoría. Hasta que se acostumbraron a tomarse esta actividad en serio, no veas la cantidad de burradas que me ponían en aquellas notitas… es fácil imaginar en niños preadolescentes, algunos ya no tanto, que creían que el profe nunca se atrevería a leer ni siquiera su contenido. Desde el primer momento no me negué a ello, aún a sabiendas de que algunos buscaban la provocación y el consiguiente alboroto o “escándalo”. Con valentía, sin eludir ningún tema, por escabroso que fuera, pero dándole siempre un enfoque positivo, humano y racional fui contestando una a una cada pregunta, hasta conseguir vencer aquellas maliciosas trampas que me tendían, procurando orientar cada respuesta hacia su justa interpretación.
De esta manera, fueron saliendo temas como el aborto, el control de natalidad, la relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos, el noviazgo,…como temas más llamativos para ellos, para ir derivando más adelante en temas un poco más selectivos, como el matrimonio, la fidelidad conyugal, el divorcio, los hijos, la educación…
Aquella hora era esperada con ansiedad por los alumnos, cuya actitud era cada vez más seria y positiva, planteando problemas que les eran mucho más cercanos, más propios, más íntimos… Siempre les recomendaba que hablasen en tercera persona y que, si un problema se les hacía difícil plantearlo ante la clase, que lo hablasen conmigo en particular.
Recuerdo que en una ocasión una niña y un niño- doce y trece años- me pidieron una entrevista. En ella me plantearon que se habían prometido, que eran novios. No mostré ninguna sorpresa ni mucho menos me sonreí, hablándoles de la importancia del noviazgo, como conocimiento previo de las personas, de la necesidad de un respeto mutuo, del valor que tiene el amor humano entendido como afecto hacia la persona a la que quieres unirte para compartir tu vida, que ha de ser padre/madre de tus hijos, etc… También les insistí en que su “aventura” –sin despreciar lo que en aquel momento sentían- era algo normal en los chicos de su edad y que, posiblemente aquello no dejaría de ser al poco tiempo un espejismo… Pasó el tiempo, el curso, otro más… y aquellos chicos seguían cumpliendo su compromiso, les veía felices e ilusionados… Al cabo de tres o cuatro años, una moto con una pareja se paró a mi lado y , casi al unísono, me dijeron, con gran alegría: “¡Don Pedro, todavía seguimos !”. Les felicité y volví a animarles para que siguieran queriéndose pero con ese respeto y fidelidad que siempre les aconsejé.
Años más tarde tuve la ocasión y el gozo de conocer a su primer hijo, teniendo que oírme de nuevo la coletilla de siempre: “Todavía seguimos, Don Pedro”…

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