viernes, 10 de octubre de 2008

La Acción Católica (I)


Hay hechos en la vida que influyen decisivamente en la formación y posterior personalidad del ser humano. Los padres, el colegio, las amistades, el entorno socio-cultural…, suelen conformar casi con seguridad el posterior desarrollo personal de cada uno. Es lo que suele llamarse educación: buena, mala o regular, adecuada o no, acertada o disparatada… pero, que al fin y al cabo nos condiciona a lo largo de toda nuestra existencia. Bien es verdad que uno es dueño de su barco y puede corregir el rumbo en cualquier momento de su vida, pero siempre, esta herencia recibida en los años de la juventud suele influir bastante a lo largo de nuestro navegar por el mar de la vida.
¿Y por qué me he puesto un poco “filosófico”, querido amigo? Sencillamente porque, al recordar esta larga etapa de mi vida, llego a la conclusión de lo que supusieron para mi, y para multitud de mis amigos y coetáneos, la influencia de la Acción Católica. Soy consciente de que a muchos todo esto le sonará a clericalismo, a beatería, a haberse sometido a la influencia de las sotanas, en fin, a todas esas cosas en contra que tanto suenan ahora y siempre han sonado… Mi obligación es contarlo y, si puede ser, desenmascarar a esa “mala prensa” que no ha sabido ver más allá de la punta de su nariz, que no ha profundizado en el estudio de los hechos. Como siempre te he dicho no me creo en la posesión de la verdad, pero sí estoy convencido de lo que es mi verdad y lo bueno o malo que me ha acarreado el seguir sus planteamientos. Con este ánimo te lo cuento todo.
Creo que yo entré en la Acción Católico atraído por el deporte. Se formó un equipo de fútbol y alguien me llamó para formar parte del mismo. Se trataba de una forma de atraer a la juventud de un curita joven, recién llegado al pueblo, tratando así de ganársela y, de paso, contribuir a su formación que, antes de que se me olvide, he de decir que no fue solo religiosa, sino ampliamente cultural, cívica y social. Te digo, por ejemplo –en una época en la que apenas había radios, tocadiscos y, por supuesto, nada de TV- aprendí a oir e interpretar música clásica. Este sacerdote solía hacer audiciones de los grandes maestros,- Mozart, Vivaldi, Verdi, Beethoven, etc- explicándonos el significado, paso a paso, de cada una de sus grandes obras. Me asomé al conocimiento del teatro, cuando se hacían representaciones de teatro leído, para posteriormente realizar representaciones de obras de Casona, los Hermanos Alvarez Quintero, sainetes, etc, en el teatro del pueblo… Luego volveremos a todo esto, ahora déjame que continúe con el fúbol…
O sea, que de golpe y porrazo, unos críos que habíamos jugado en la calle con pelotas de trapos, o de goma, o todo aquello que tuviese más o menos forma esférica, nos vimos en el estadio del fútbol del pueblo, con un balón de cuero –de reglamento, decíamos entonces-, botas, equipación completa, etc. Con el tiempo se formó un equipo bastante competitivo y que, jajaja, solía hacer “sombra” al equipo local de adultos. Te diré que mi puesto fue el de extremo derecha y que, según cuentan, era bastante rápido por la banda con centros que remataban con eficacia los delanteros (No sigo por este camino porque –aparte de que ya no tengo abuela- no vaya a ser que se fije en mi el presidente del Real Madrid). Seguimos otro día…
Alineación:
(De pie, de izquierda a derecha: Torres, Valenzuela, Mota, González, Honrubia,Rojas,agachados: Requena, Maza, Valenzuela(II), Cuadros y yo.
Diego, el botiquin)

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