martes, 14 de octubre de 2008

La serenatas


Otra de las actividades de peso que tuve en aquellos años fue la de la creación y puesta en funcionamiento de una Rondalla. Un grupo de amigos, interesados por la música, con una falta total de medios ya que los instrumentos eran prestados, nos lanzamos a la aventura de formar un grupo musical de cuerda, sin tener idea de lo que era un pentagrama, sólamente con el buen oído que, por lo visto, teníamos de manera natural. Publiqué un artículo en una revista local -"Stella"- acerca de una de las actividades de la rondalla: las serenatas. Me vas a permitir, estimado amigo que te entresaque unos párrafos, pues no quiero cansarte con detalles que igual no te interesan. Ahí van: "Corrían los años cincuenta cuando la primera generación de la posguerra estrenaba su edad dorada. Adolescencia y juventud estallaban en un ambiente sereno, a medio camino entre los dolores de una contienda fratricida y la esperanza de una no muy lejana apertura a la democracia. En este pueblo, en nuestro pueblo de Navas de San Juan, la juventud experimentó un inusitado interés por diversas formas culturales. Interés por la lectura, por la música clásica, por el teatro, por el folklore, por el deporte... Una serie de coordenadas parecieron confabularse para que esos años fueran fructíferos en todos los sentidos. Y una de esas manifestaciones fue la creación y funcionamiento de “La Rondalla”. En el pueblo existían grandes maestros de la música de cuerda. “El Tío Laguna” y su hijo(guitarras), Juan José Olivares(laúd) y Olivares “el talabartero”(bandurria), entre otros; pero no formaban un grupo más o menos organizado, sino que, ante cualquier acontecimiento solían juntarse para actuar, casi siempre en un ambiente muy familiar. Y a la sombra de estos maestros, surgió la afición de un grupo de jóvenes que decidieron la creación de una rondalla. Inicialmente la componían Juan Olivares –hijo de Domingo-, Juanito Olivares –hijo de Juan José-, Juan Pedro Olivares –hijo de Julián- , Andrés Martínez y Pedro Hermosilla. Dos guitarras, dos laúdes y una bandurria. Tras un periodo de duro y largo aprendizaje, una de las funciones de la rondalla fueron las serenatas; una costumbre secular que había caído en desuso y que casi nadie practicaba ya.
Rondar a la chica, bien fuera novia o pretendiente, cuando ya la noche avanzaba y se esperaba el nuevo día, –“cuando la aurora tiende su manto,
y el firmamento viste de azul,
no hay un lucero que brille tanto,
como esos ojos que tiene tu”-,
las notas y acordes de la rondalla, el canto suave de sus integrantes, eran como un torrente de amor de la calle a la alcoba. "
"Era tradicional que en el Día de la Inmaculada de cada año, la rondalla comenzara siempre su noche de música y canto en la puerta de la Iglesia Parroquial, saludando a la Madre con el canto de “Las Mañanitas” y algún que otro canto mariano popular. Esto hacía que los mozos del pueblo se fueran agregando a la comitiva que iba recorriendo, prácticamente, todas las calles del pueblo, con un ritual característico y solemne. Antes de llegar a la puerta de la casa en la que se celebraría la serenata, la rondalla se acercaba lentamente entonando un pasacalles. “La marcha de los cosacos, de Katiuska”, “La Tuna pasa”, “Carrascosa”, etc... Anteriormente, la persona que encargaba la serenata, escogía los temas que se interpretarían y era curioso observar como, dependiendo del tipo de relación existente, se elegían unos u otros. Así, si era una relación ya firme sonarían, entre otras, las estrofas de “Llorona”
“¡Ay de mi, llorona, llorona,
llorona llévame al río!
Y abrígame en tu regazo,
que vengo muerto de frío”
Si se quería lisonjear, alabar...
“Lucerito luminoso,
claro como el agua clara,
bellos como el mismo cielo
son los ojos de mi charra”
Si la pareja había roto o estaban disgustados... “Tú, solo tú...
has llenado de luto mi vida
abriendo una herida
en mi corazón”
Cuando alguna familia no aprobaba el incipiente noviazgo...
“El cielo y el mar parecen
que se quisieran juntar,
allá donde el sol se esconde,
pero juntos nunca están”.
Una vez concluida la serenata, la rondalla se iba alejando con el mismo ritual que a la llegada. Y así, aquel rico repertorio de canciones españolas (Los Xey, Los Cinco Latinos, Antonio Machín, Raphael, etc..), mexicanas (Los Panchos, el Trio Calaveras, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejias,...) las románticas sudamericanas, italianas, etc... proporcionaba un precioso caudal en el que elegir la canción adecuada para cada ocasión. Toda una noche, frías noches de invierno, donde el silencio se rompía solo unos minutos y la brisa tornaba en música."

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