miércoles, 22 de octubre de 2008

La prensa


Desde muy temprana edad me aficioné a la lectura de la prensa, un bien escaso por aquellos años dada la escasez de todo, refieriéndome no sólo al aspecto material, -no estaba la vida como para ir gastando dinero en la prensa- sino también a la penuria informativa puesto que había pocos diarios en circulación, y todos sometidos a la dura censura de la época. Los periódicos de tirada nacional y que yo tenía a mi alcance fueron el ABC, tradicionalmente monárquico aunque hubiera de guardarse de manifestarse como tal, el ARRIBA, periódico del régimen, más tarde el diario PUEBLO, en el que ya aparecían tímidamente algunas ideas un tanto liberales, el diario MADRID, que acabó siendo cerrado por el Régimen , el periódico deportivo MARCA y el taurino DÍGAME, amen de algún que otro un tanto singular, como EL CASO, que era algo así como los culebrones y “reality show” actuales –¿se escribirá asi?çParticularmente me interesaban, al punto de leerlas con verdadera fruición, las crónicas taurinas de aquel gran periodista llamado Antonio Díaz Cañabate, pues no se limitaba a contar lo ocurrido en el ruedo, sino que eran de un contenido cultural impresionante. En ocasiones, después de leer toda un crónica sin la más ligera alusión a lo acontecido en la corrida, este genio terminaba con una corta frase en la que decía, más o menos, “en el ruedo no sucedió nada digno de mención”. La corrida podía ser un fracaso, pero nunca los artículos periodísticos. Te copio, querido amigo, una de aquellas crónicas entrañables:

“Estamos en la plaza de toros de Jerez. Son las siete de la tarde. ¡Qué hermosura de color y de color! ¡Qué buena amalgama la del calor y el calor de la Baja Andalucía! Tenemos sed. ¡Qué bien vendría una copita de vino!. Curro Romero está en el ruedo. Clarines del último tercio. Curro Romero no coge la espada ni la muleta, sino una botella y un catavino. ¿Cómo va a torear con un catavino y una botella? ¡Ah!, es que el catavino tiene la forma de una muleta y la espada es la botella. Tenemos sed. Estamos sedientos por ver el arte del toreo que duerme hace tiempo en las soleras de muy poquitos toreros. Curro Romero nos lo va a servir. ¿Fino? ¿Oloroso? ¡Vaya por el oloroso! Empieza a torear; cada pase un sorbo. El vino de Jerez, como todo lo exquisito, es preciso saborearlo lentamente. lentamente torea Curro Romero. Al cuarto o quinto pase, ya estamos peneques, ya baila y brilla en nuestros ojos la embriaguez que se deriva de lo bello. Los pases se suceden con espacio y despacio. El toro es noble, acude dócil, pero es necesario tirar de él, templarle. El toro tiene su temple. El torero tiene el suyo. Se unen los dos. Arte puro. Ni una sola vez, una postura forzada o violenta. Ni por asomo aparece el mal gusto. Los pases se suceden variados. Su remate no es el de pecho. Cada remate es distinto. A cuál más graciosos y garbosos. A cual más torero. el vino oloroso de Curro Romero ya se nos ha subido a la cabeza. La plaza de toros de Jerez está borracha de euforia. ¡Qué a punto grita el ole! ¡Ole! ¡Qué buen son el de las palmas! ¡Vino del toreo oloroso! ¡Aromas de la solera del toreo! La solera del pase natural de Curro Romero que se va desparramando en el aire como el perfume que se expande al descorchar una botella de vino de Jerez. El toro y el torero a compás giran parsimoniosamente. La muleta parece que quiere abrazar al toro. El toro la esquiva no con brusquedad, sino blandamente. es inútil que me embale en acumular metáforas. El pase natural de Curro Romero hay que verlo.” (Antonio Díaz Cañabate, ABC ,Curro Romero, un torero de leyenda)

Con el tiempo, una vez que uno de mis queridos maestros –Don Ignacio Quesada- se trasladó a Linares, no sé de quién partió la idea, pero se me propuso para sustituirle como corresponsal del Diario Jaén en Navas de San Juan, mi pueblo. Ya había hecho yo mis pinitos periodísticos en la Revista Local “Stella”, pero esta propuesta me llenó de ilusión ya que, como te apunté al principio de la historia de mi vida, mi vocación e ilusión fue siempre la del periodismo. Solo pude estar unos pocos años al presentarse pronto mi marcha al servicio militar y, a renglón seguido, el comienzo del ejercicio de mi carrera educativa. De todos modos, esta etapa me sirvió para conocer a mucha gente famosa, sobre todo toreros, que venían por estas tierras a dar capotazos. En mi carpeta de recuerdos todavía conservo algunos recortes de crónicas que, sólo como curiosidad, te muestro a continuación.

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